Capitulo 06

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—Hay que irnos ya— me habla Richetti. Termino de abrocharme el chaleco anti balas, guardo el arma, y salgo detrás de él.

Las camionetas negras blindadas se camuflan perfectamente en la oscuridad de la noche. La Almirante de Flota le da unas últimas indicaciones al almirante y luego todos salimos en las camionetas. Richetti va manejando, y yo voy a su lado. En la parte trasera, van cuatro agentes más, llevamos una camioneta delante y una detrás, con un total de 18 agentes. Richetti toma mi mano sobre mi regazo, y volteo a verlo, él me mira unos instantes tratando de decirme que todo saldrá bien, y luego vuelve la vista a la carretera.

Después de unos cuarenta minutos llegamos al lugar donde dejaremos las camionetas, es una zona que está a unos 300 metros del lugar dónde se dará el operativo. Tomamos las armas, y nos dirigimos al lugar. A penas llegamos, corroboramos que la información era correcta, al ver un contenedor de dónde están descargando droga.

El almirante se voltea hacia nosotros y habla en voz baja— Quiero que me traigan vivo al líder de los Dark Wolves, tienen estrictamente prohibido matarlo, pueden someterlo, lastimarlo, pero no matarlo, ¿Quedó claro?

Maldito fetiche que tiene con capturarlos vivos.

Todos asentimos, pues a pesar de que nadie lo conoce, o le ha visto el rostro, es fácil identificar en una mafia quien es el líder. Y ese ha sido precisamente el problema con esta mafia, nadie le ha visto el rostro al líder. Nos dividimos de dos en dos en las ubicaciones acordadas, Richetti y yo nos agachamos encima de un container para ver mejor a los traficantes.

—¿Esos son todos?— hablo— Nosotros somos más.

—No te confíes, pueden haber más, adentro.

Mientras esperamos la orden del almirante para actuar, veo a un hombre adulto vestido de traje, dar órdenes, no parece ser un subordinado por la manera en que está vestido.

—El líder— me habla Richetti.

—Ya lo ví.

Hay tres tiradores encima de distintos contenedores, el almirante Bridge da la orden, y nuestros francotiradores disparan derribando a los tiradores, Richetti y yo bajamos del contenedor y el operativo comienza.

—¡Cúbreme!— me dice Richetti. Los disparos van y vienen, mientras avanzamos hasta el container dónde está la droga. Richetti y yo nos cubrimos con un contenedor.

—Hay una puerta que, creo, da a una bodega. Por ahí se podrían escapar.

—Yo voy.

—Ten cuidado— me advierte.

Asiento, y me escabullo hasta la puerta que mencionó Richetti. En primera instancia, parece que no hay nadie, así que cruzo una segunda puerta. Entonces, un metal frío toca mi nuca.

—Quieta— Mierda— Dame el arma— dejo caer el arma al suelo— Date la vuelta.

Me giro, y hay un hombre cuyo rostro no puedo ver por un pasamontañas, él arrastra el arma con el pie, mientras retrocede dos pasos.

—Dame las otras— Mierda. Le pasó solamente la que llevo en la espalda— ¡Todas! ¡No estoy jugando!— le quita el seguro al arma, y mi ritmo cardíaco aumenta, así que le paso el arma que tengo en el tobillo. 

Él toma las tres y las patea debajo de un contenedor, luego me apunta a mí, y sé que va a disparar, pero un alo de luz se cuela por la puerta, haciendo que el hombre frente a mí voltee, y en un rápido movimiento tomo su muñeca y la doblo, mientras con mi otra mano le quito el arma. Cuando estoy a punto de apuntarle, él lanza una patada que me hace botar el arma, el hombre se tira a agarrarla, y solo me da tiempo de patearla, y está se pierde debajo de un contenedor. Antes de que se reincorpore le propinó una patada en el estómago, él toma mi pierna tratando de derribarme, entonces ensarto mi codo en su espalda, y suelta un quejido de dolor, me coloco detrás de él y con mi brazo alrededor de su cuello, empiezo a asfixiarlo. El hombre patalea y se retuerce, pero yo aprieto más fuerte, él intenta golpearme y hasta morderme, pero finalmente deja de moverse.

Rastros de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora