Capitulo 31

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Camino a través de los pasillos, hasta llegar a mi oficina. Han pasado tres semanas desde que al almirante le dieron la salida del hospital, y, aunque no lo he visto desde el atentado en el hospital, que lo hizo reaccionar, se que ha recibido una terapia intensiva, y está mucho mejor. Inserto la llave en la cerradura, pero esta no gira, y noto que no es la misma cerradura.

—Buenos días, Beatrice— me saluda Diego con su usual educación.

—Buenos días.

—Disculpa,— dice con las manos en los bolsillos— se me pasó avisarte que ésta ya no es tu oficina.

—¿Qué?— digo confundida.

—Sígueme— él se gira sin darme algún tipo de explicación, y no tengo de otra más caminar detrás de él.

Atravesamos todo el pasillo principal, hasta dar con una puerta de madera fina. Diego la abre y me deja pasar primero.

—Tus cosas fueron traídas aquí.— me explica mientras detallo el espacio— Ahora ésta es tu oficina.

A penas entro, todo esto me parece absurdo. La oficina es más grande que la anterior y tiene las paredes de un blanco perla, pero lo que más me llama la atención, es el ventanal corredizo que hay en una de las paredes. Va desde el techo hasta el suelo, abarcando, prácticamente, la pared entera, y da hacia una pequeña terraza balcón, al aire libre.

—¿Qué es esto?— pregunto conmocionada— ¿por qué el cambio?

—Ordenes de arriba.

—Ninguna oficina tiene una terraza, ¿por qué me la asignarían a mí?

—Parece que recursos humanos se enteró que tienes claustrofobia,— suelta sin importancia— y pensaron que te sentirías menos encerrada así.

Una risa sarcástica brota de mí. ¿Recursos humanos o Alessandro Bridge?

—Bueno, te dejo para que... sigas con tu trabajo.

Diego cierra la puerta dejándome sola. Es evidente que recursos humanos, aún sabiendo de mis fobias, no hubiera movido un dedo para hacer esto. Las únicas personas que tienen la autoridad para dar una orden así, son la almirante de flota... y su hijo. Suelto un suspiro, y me siento detrás del escritorio. Extrañamente, todo está bien colocado. Hasta el cactus que tiene más de dos semanas sin ser regado.

Entonces, me pregunto: ¿Por qué haría esto? Alessandro Bridge no es del tipo detallista... es un mujeriego- Me recuerdo. Y aun así, ¿se acordó de que le comenté sobre mi claustrofobia...?

¿Lo habrá hecho por agradecimiento a que lo salve en el hospital? Pero eso no tiene mucho sentido, porque le he salvado la vida en muchas ocasiones, anteriormente. Entonces, ¿por qué?

Maldición. Froto mis sienes, y tengo que esforzarme bastante para poder concentrarme en lo que tengo que hacer. Realmente, no es mucho. Por primera vez, en varios meses, no estoy nadando en expedientes, pues el expediente de mayor relevancia actualmente es el del almirante, y fue asignado a Diego y a Becker. Sin embargo, tengo trámites que realizar sobre Erick. Lastimosamente, hace unos días fue encontrado muerto, en un predio baldío, con signos de tortura, y la marina hará entrega del cuerpo a la DEA. En el acta formal, añado la recomendación de asignar protección a la madre y el hermano de Erick, para evitar posibles represalias que puedan tomar los Dark Wolves en contra de ellos.

El día pasa rápido, y termino temprano. Ric no está en la oficina, así que le escribo para avisarle que llegaré un poco tarde, y después salgo de la base en mi camioneta. No sé muy bien a qué voy, pero después de pasar casi todo el día dándole vueltas a lo mismo, llegué a la conclusión de que necesito hablar en persona con él. Conduzco hasta el condominio de la nobleza. En la entrada me retienen la placa y el arma reglamentaria, y, después de la autorización del noble, puedo entrar. Detengo la camioneta frente a la mansión Bridge, y tomo una respiración profunda antes de bajarme.

Rastros de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora