Capitulo 37

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Beatrice Benedetti.

Puedo escuchar los murmullos a mi alrededor dispersarse, mientras observo la lápida recién hecha. Las diferentes flores descansan sobre esta, y me parecen tan horribles, que quiero patearlas. Escucho mi nombre un par de veces, pero no coordino, y ni siquiera sé quién me está hablando. Mis ojos se mantienen sobre el cúmulo de plantas, y no puedo evitar preguntarme porqué las personas traen flores. Es repulsivo. Si ya no hay vida, ¿cuál es el sentido? ¿tratar de disfrazar el vacío de la muerte? Pues no funciona.

—Beatrice— un par de ojos conectan con los míos, y puedo sentir las manos de Ric en mis mejillas— Regresemos a la casa, ¿sí?

¿Casa...? ¿Cuál? ¿La que está completamente vacía porque todos se han muerto? Mis ojos vuelven a la lápida de mi hermana, y después van a la de mis padres. La idea de regresar a esa casa me presiona la garganta con demasiada fuerza, y cuando la pregunta ¿Qué voy a hacer ahora? aparece, siento como todo se va acumulando. El sentimiento de inexistencia con el que he estado disfrazando todo, comienza a disiparse mientras observo las tres lápidas frente a mí.

Familia Benedetti. ¿Acaso sigo yo?

En memoria de Mauro y Caroline Benedetti. Soy huérfana.

En memoria de Bianca Benedetti. Y estoy sola.

Entonces, es como si un rayo me cayera encima, como si un tren me arrollara con tal fuerza de sacarme todo el aire, y dejarme echa nada. Abro la boca para poder respirar, pero las piernas me fallan y termino de rodillas frente a los, ahora, cadáveres de lo que, un día, fue mi familia.

¿Cómo llegué a este punto? ¿Por qué...?

—¿Por qué...?— digo en voz alta la pregunta que me ha atormentado desde que supe que mis padres habían sido asesinados. La vista se me nubla, y la garganta se me cierra del dolor— ¿Qué fue eso tan malo que hice para merecer esto...? ¿Por qué todos a mi alrededor se mueren...? ¿Por qué...?— Miro al cielo en busca de una respuesta— ¡Responde! ¡¿Por qué?!

El silencio que rodea mi pregunta me golpea con fuerza, y no puedo hacer nada más que rendirme ante la agobiante verdad. No van a regresar. Ellos están muertos, y yo también desearía estarlo. De pronto, el futuro se ve tan aterrador y solitario que mi pecho se aprieta ante el sentimiento de no querer seguir con todo esto. ¿Por qué no estoy muerta también?

Mi pecho comienza a arder, y me llevo las manos a mi cabeza cuando la abrumante verdad me sobrepasa— No tengo padres, no tengo hermanos, ¡Estoy completamente sola!

—Eso no es cierto.— escucho la voz de Ric— Me tienes a mí... Tú eres mi familia, y voy a estar junto a ti siempre...

—No puedo contra esto, Ric...— y de verdad, no puedo. El pecho me duele, es como si tuviera una daga clavada en el estómago, que no me deja ni respirar— He perdido. Ya no me queda nada.

Las flores sobre la lápida me estorban, y, sin pensarlo, tomo las rosas y las destrozo. Ric trata de tomar mis manos, para detenerme, pero no lo consigue.

—Beatrice, hay que irnos...— los tallos y sus espinas lastiman mis palmas, pero nada de eso duele realmente. Siento la sangre brotar de mis manos, pero no duele como debería— Está a punto de llover, por favor...

La suplica en su voz es evidente, pero no tengo fuerzas para moverme. No tengo el valor para salir del cementerio.

—Me quiero quedar aquí. Con mi familia— admito. 

Ric no responde, solo siento como se deja caer a mi lado, y se queda ahí en silencio. Entonces, siento a otra persona sentarse a mi lado, y solo ahí noto la presencia de Juliette. No pasa mucho tiempo antes de que comience a sentir gotas de agua fría sobre mí, sin embargo, no me levanto, ni siquiera cuando la densidad de la lluvia aumenta y hiela mi cuerpo.

Rastros de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora