Capitulo 23

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Alessandro Bridge.

Me detengo frente a la imponente mansión que reluce una placa dorada con el apellido "Bridge", ubicada en Holy Geoise, el conjunto donde se encuentran las cinco casas de los nobles. Por obvias razones, tiene el paso restringido, y cuenta con una seguridad hermética. Veo por el espejo retrovisor las dos camionetas, que me siguen a todas partes, detenerse unos metros atrás. Me bajo del auto, y Beatrice me sigue, con sus tacones en la mano. Los guardias de la entrada ni siquiera nos miran, mientras nos dirigimos a la entrada de la inmensa propiedad.

La casa principal está a oscuras, lo que no es extraño ya que es casi media noche. Activo el identificador, y, después de insertar el pin de seguridad, coloco mi huella. El sistema de seguridad se desbloquea, y las puertas se abren. Le hago un gesto a Beatrice para que pase. A penas entramos, me giro a ver su reacción ante lo despampanante que es la entrada. Ella no luce asombrada, y, en realidad, tampoco esperaba que lo estuviera, pues pertenece a una familia de clase alta. Enciendo las luces de la inmensa sala, y su vestido brilla bajo la iluminación del candelabro principal. Ella se gira hacia mí, moviendo ligeramente su cabello.

—¿Dónde vamos a trabajar?— dice seria.

Sé que dije que veníamos a trabajar, pero tengo impregnado el olor del incendio en las fosas nasales, así que no lo pienso mucho, y solo tomo su muñeca atrayéndola hasta mí. Ella no pone resistencia y entre abre sus labios, esperando que la bese, y, por supuesto, no pienso hacerla esperar. Tomo sus labios entre los míos, besándola lento pero húmedo. Siento sus manos en mi cabello mientras nuestros labios se rozan, y pronto, el olor de su cercanía me distrae. Rodeo su cintura, y pongo mi mano en su nuca para profundizar el beso. Su boca se abre recibiendo mi lengua, dejándome saborearla. La estrecho más contra mí, disfrutando de la calidez de su boca. Sin embargo, eventualmente, ella echa la cabeza hacia atrás, rompiendo el beso, pero sin soltarse de mi agarre.

—Creo que me voy a desmayar...— dice con los ojos aún cerrados.

Suelto una risa ronca— Sabía que era bueno besando, pero no pensé que tanto...

Ella se ríe y abre los párpados, dejándome ver sus ojos verdes— En realidad es porque no he comido nada desde la mañana.

—¿Sí? ¿quieres comer algo antes de que empecemos a trabajar?— pregunto soltándola. Ella arruga la nariz, y asiente con algo de vergüenza— ¿Qué quieres comer?

—Cualquier cosa. Todo es que me permita mantenerme despierta para organizar el homenaje de mañana.

Asiento y tomo su mano para guiarla hasta la cocina. Lo cierto es que yo también tengo hambre. Desde la mañana nos preparamos para emboscar la mansión, y resultó que los emboscados fuimos nosotros. Abro la nevera y, aunque está a rebosar de comida, la mayoría de cosas hay que cocinarlas, y siempre he detestado cocinar. Fue lo único que realmente me disgustó de irme a vivir solo, así que la mayoría del tiempo, compro la comida ya hecha, o pago para que alguien más lo haga.

—Comeremos pizza— le aviso sacando un disco de pizza congelada, también saco una caja de fresas, y un spray de crema batida. Beatrice me ayuda a poner la pizza en el horno, mientras yo saco una botella de vino, y la sirvo en dos copas.

Mientras la pizza está calentándose en el horno, me siento junto a ella, en la pulcra barra de la cocina. La casa se encuentra en silencio absoluto, e imagino que tanto Leandro como Mónica, debieron de llegar antes que yo. Abro la caja de fresas, y se las ofrezco. Ella toma una y se la lleva a los labios. Entonces, mi mirada cae sobre una herida abierta que tiene en la mano.

—¿Te lastimaste en el operativo?— pregunto notando que se ve reciente.

—Me rozó una bala— contesta después de saborear la fresa.

Rastros de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora