Capitulo 18

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Beatrice Benedetti.

Hades tenía ganas de verte.

Cuando el mensaje entra, tengo que leerlo dos veces, y asegurarme que el número esté correcto. La idea de que se haya equivocado de persona cruza mi cabeza, hasta que escucho un ladrido familiar, que proviene de afuera.

—¿Qué pasa?— me pregunta Juliette.

Como una chiquilla, corro a la ventana del balcón de mi cuarto. Levanto despacio la cortina, y lo veo. Está de pie, frente a mi casa. A su lado esta sentado Hades, que suelta otro ladrido. Dejo la cortina y me giro sin saber muy bien que hacer.

—¿Ese es el almirante?— pregunta Amelia.

Cuando me vino a dejar, le ofrecí entrar, y se llevó bien con mi hermana, y Juliette. Las cuatro estábamos teniendo una noche tranquila, entre chistes malos, y música viejita.

—¿Vino a buscarte?— habla con emoción mi hermana.

Vuelvo a ver el mensaje, y creo que voy a tener un colapso nervioso. No sé qué hacer. Vino hasta acá. Talvez debería bajar... No, si bajo, probablemente termine sin dignidad ni orgullo.

—¡Beatrice!— me hablan las tres, haciéndome reaccionar.

—¿Qué?

—Un miembro de la nobleza está ahí abajo esperándote— me dice Juliette.

—¿Debería bajar?

—Si vino a buscarte hasta aquí, es mejor que bajes, porque sino, él va a subir— habla Amelia.

—Vino con todo y perro...— comenta Bianca viéndolo por la ventana.

Tomo una respiración profunda, y armándome de valor, bajo las escaleras. El aire frío de la noche me golpea al abrir la puerta principal, y recuerdo, muy tarde, que estoy en pijama y pantuflas. En cuanto salgo, su mirada me barre el cuerpo, y no evito hacer lo mismo. Lleva el uniforme de la marina, y me pregunto como una simple camiseta de algodón y unos pantalones le pueden quedar tan bien.

—¿Te desperté?— me pregunta.

—No— respondo rápidamente, y luego maldigo internamente por mi reacción. Me agacho y acaricio a Hades, quién lame mi mano, y luce contento de verme.

—¿Vamos?

—¿A dónde?— pregunto viéndolo desde abajo.

—Hades quiere dar un paseo.

—Estoy en pijama— me levanto.

—Estarás bien— dice entregándome la correa de Hades y empezando a caminar. No pasa desapercibido que sus manos están frías, como si llevará tiempo afuera. Camino a su lado, mientras el pastor suizo camina delante de nosotros.

—¿Este es su intento de seducirme?— bromeo.

—Mi perro quería dar un paseo— me mira de reojo— No sé que se está imaginando, capitán.

Llegamos a un parque que está a un par de cuadras. El parque al que solía venir con mis padres cuando era una niña. Luce algo viejo y desolado, iluminado únicamente por un farol, cuyo foco parece que va a fundirse en cualquier momento. 

—¿Nos sentamos?— no espero que me responda, camino hasta uno de los columpios y me siento. Hades se acurruca en mis pies, sacándome una sonrisa. Observo con detenimiento el lugar, recordando lo fácil que era mi vida de niña. Él toma las cadenas del columpio y se inclina sobre mí.

—Déjame adivinar— habla divertido— Venías aquí a jugar cuando eras pequeña.

—Venía con mis padres y mi hermana— digo sonriendo— Jugábamos hasta tener toda la ropa sucia— hablo con emoción— Antes de irme a Washington todavía lucía decente...

Rastros de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora