Salgo de la ducha, y me visto lo más rápido que puedo. Estoy cansada, con el cuerpo adolorido, y mucho sueño.
¿En qué estaba pensando cuando me puse a coger como ninfómana en días de semana?
Me amarro los zapatos y salgo de prisa a la cocina, a ver si todavía me da tiempo de comer algo rápido, pero Ric se encuentra en la puerta esperando que salga.
—No entiendo cómo te quedaste dormida, tú siempre eres muy responsable.
Quiero gritarle que se calle, y es que, cuando no duermo como mínimo nueve horas, mi humor se torna agresivo. Anoche, no dormí bien, y solo que esté despierta es un hazaña. Me dirijo a la cocina, pero no hay nada hecho. Bufo frustrada, y saco una barra de pan, dispuesta prepararme un sándwich, pero Ric me detiene.
—Tenemos que estar en la base en 10 minutos, no te da tiempo— Lo ignoro y parto el pan— Nunca he llegado tarde, y por ti no será mi primera vez, así que, o te mueves, o te quedas.
Él se da la vuelta y suelto un quejido de frustración— ¡Eres una piedra en el zapato, Ric!
Él sale, y lo sigo, dejando en el olvido mi desayuno— ¡Vamos! Yo no te mandé a desvelarte a lo tonto.
No fue a lo tonto. Cuando salimos del edificio, subimos en la camioneta y él arranca a toda prisa. Él zigzaguea entre el tráfico, intentando que lleguemos a tiempo. La cabeza me duele, el estómago me ruge, y me limito a ver por la ventana para tratar de apaciguar mi mal humor, pero es imposible.
—¿Cómo pretendes que rinda el día si no dormí nada, y tampoco he comido nada?
—Eso no es asunto mío. En todo caso, explícaselo al almirante, estoy seguro que entenderá— Su tono burlón solo me molesta más, pero algo más hace click.
—¿Cómo sabes que estuve con él?
—No sé— se encoge de hombros— talvez la camioneta de la nobleza que te fue a dejar ayer.
Después de todo, el almirante se ofreció a llevarme hasta el apartamento, pues era casi media noche.
—¿Qué te costaba dejarme comer algo rápido?— vuelvo a quejarme— Por cinco minutos tarde no se iba a acabar el mundo.
—¿Acaso yo te mandé a coger toda la noche?— Tiene una sonrisa divertida y yo solo quiero estamparlo contra el vidrio.
—Ric, ¿Te quieres quedar sin un ojo?— Escucho su risa, que solo aumenta mi mal humor, pero no dice nada más.
Llegamos a la base, estaciona el coche en el subterráneo, y me bajo de mal humor. El estómago me ruge y llego a la conclusión de que trabajar es la cosa más horrible que he hecho por dinero.
Entro a mi oficina, e, inevitablemente, mido mentalmente el espacio de esta. No es precisamente pequeña, pero para mi cerebro parece una jaula estrecha, en la que apenas alcanzo. Tomo las carpetas con las que trabajaré, la laptop, y bajo a la cafetería, que se encuentra completamente vacía. Escojo una mesa junto a un ventanal, y me pongo a trabajar. Pido un café y un sándwich de jamón y queso, y trabajo mientras alimento mi organismo.
Me pasó la mañana armando rutas de navegación, y redirigiendo investigaciones. Antes del medio día, me entra un mensaje a mi correo, avisándome sobre el equipo de seguridad designado a mí, y a mi hermana, explicando el procedimiento a tomar, y resalta el hecho de que serán discretos, tanto por el asesinato de mis padres, como por los Dark Wolves. La mención de la mafia me recuerda que hay varias cosas que me hacen mucho ruido respecto, por ejemplo, que un mafioso de su calibre, estuviera presente en un traslado de cargamento sin demasiada seguridad, que nadie se diera cuenta de la pelea que tenía con el almirante, pero sobre todo, el que nos hayan dejado ir. Son delincuentes. ¿Por qué no solo nos mató?

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Rastros de Sangre
ActionLas tragedias pueden ocurrir hasta en las mejores familias, y fue lo que le pasó a los Benedetti. Una noche derrumbó a esa familia perfecta, dejando a Beatrice, una capitán de la marina, deshecha, con una hermana que proteger, y un caso que resolver...