Capitulo 04

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Giro las llaves en la cerradura de mi apartamento para entrar. Después que nos llevaran a la base, la almirante de Flota nos dió el día libre al almirante y a mí, este último no me dirigió la palabra del todo, después de lo ocurrido. Los oficiales, anoche nos explicaron que pensaron que pasaría la noche en el hospital y no reservaron una habitación para mí, así que cuando le dije al recepcionista que era de la marina, y venía con el almirante, asumió que era la misma habitación, así que después de un par de llamadas, y una disculpa de parte del joven, me dieron otra habitación.

Que bueno que te confundiste de habitación... Imbécil.

—¡Bea!— mi hermana se me lanza encima para abrazarme— Odio tu trabajo, de verdad, lo odio. ¿No pudiste escoger otra cosa? Alguna ingeniería, o algo así.

La cabeza me da vueltas, y realmente creo que voy a vomitar. Bianca se aparta ante mi silencio, y escudriña mi rostro.

—Oye, ¿Estás bien?— Juliette aparece en mi campo de visión, toma mi rostro entre sus manos y sopla mi cara.

—Pase aproximadamente 3 horas en el mar, tratando de no ahogarme, y aunque tuve la suerte de caer en aguas cálidas, creo que no me siento muy bien...

—¿Quieres algo de comer?

—Quiero darme un baño primero.

Ellas asienten comprendiendo, y yo me dijo a mi habitación, me deshago de la ropa, y me meto a la ducha. Cierro los ojos tratando de despejar mi mente, pero han pasado tantas cosas en los últimos días. El tiroteo en el estacionamiento me preocupa, y todo lo que quiero es que volvamos a la casa de mis papás. Ahí Bianca estará más segura. Termino de bañarme, y, después de secarme y aplicarme loción, me visto. Todo lo que quiero es acostarme a dormir, y no saldría si no fuera porque realmente tengo que hacerlo.

—¿Vas a salir?— me habla Bianca.

—Tengo que ver como está la empresa.

—Te ves mal, creo que deberías descansar.

—No me voy a tardar, lo prometo— me acerco y le doy un beso en la frente.

—¿Quieres que te acompañe?— me habla Juliette.

—Mejor acompaña a Bianca, ¿Si?

Ella asiente no muy convencida, y yo salgo del apartamento. Tomo la camioneta, y en menos de diez minutos ya estoy ahí. A penas entro al estacionamiento, siento que voy a soltarme a llorar, y tengo que respirar fuertemente para poder seguir. Cuando salgo de la camioneta, miro el edificio que mis padres levantaron con mucho esfuerzo. Mis padres eran dueños de una empresa de envíos internacionales, y aunque era mi padre quien administraba todo, mi mamá puso el cincuenta por ciento de la inversión inicial para que comenzara a operar. Es la mayor fuente de ingresos que tenemos, porque aunque mi papá era accionista en otra empresa, la socia mayoritaria de la misma, es su hermana, y por el momento, prefiero no meterme en esos temas con Vanessa Benedetti.

Suspiro antes de entrar al edificio. Por fuera es bonito, pero por dentro lo es más,  y por un momento solo me quedo viendo los detalles finos y lujosos que mi madre diseñó. No puedo evitar recordarla frente a una computadora diseñando interiores y sonriendo satisfecha con su trabajo. La garganta se me seca, y aunque el bipolar del almirante no me haya dejado entrar al caso, no voy a descansar hasta ver al asesino de mis padres pagando por lo que hizo. Después de todo, lo único que me mantiene cuerda es mi hermana, y mi sed de justicia.

—¡Hey!— alguien me abraza desde la espalda y solo con su voz ya sé quién es. Me giro entre sus brazos y le devuelvo el abrazo— Te extrañé, bombón.

—Yo también, Matteo.

Nos separamos, y me sonríe levemente— Pensé que no querías venir.

—No había tenido tiempo, pero no puedo descuidar la empresa.

Rastros de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora