Las olas revientan en la orilla, una y otra vez, produciendo un sonido casi hipnótico. El sol me pega directamente en la cara, y me mantengo escuchando el mismo sonido que me trae recuerdos agradables. Casi puedo escuchar la voz de mi mamá llamándome. Los únicos buenos recuerdos de mi infancia son los que están directamente ligados a mi mamá.
Aunque no puedo decir que mi padre no me quería, Emilio Ferrara tenía una forma muy asfixiante de querer. Era ese tipo de amor que te anula la voluntad y te vuelve codependiente, hasta el punto de preguntarte si realmente te ama o te odia. Era su forma de retener a su lado a las personas que quería, muchas veces llegué a pensar que su amor podía llegar a ser tan tóxico como su odio. Lastimosamente, creo que era hereditario.
-¡Jefe!- grita Carlo corriendo por la arena hasta llegar a dónde estoy- ¡tenemos un problema! ¡uno grande! ¡del tamaño de Asia y Europa juntos!
-¡Habla!- gruño ante su parlanchinería.
-Emboscaron a la gente de Le Ragni en las nuevas rutas- dice con angustia.
-¿Qué?- me levanto de golpe- ¿La marina?
-Eso es lo peor, jefe.- suelta aún más mortificado- Fue nuestra gente.
-No, eso no es posible.-lo corto- Todos saben que trabajamos con ellos.
-Estoy tratando de investigar quienes fueron, pero está confirmado. Fue nuestra gente- repite- Dicen que quienes los emboscaron tenían un lobo en la parte superior del cuello- me explica.
-¿Quién te dijo eso?
-Nuestra gente en los puestos Le Ragni.
-No... ¡Es que no es posible!- no me entra en la cabeza que nuestra gente haga tal cosa- ¿y qué hicieron con los cargamentos? ¿los trabajadores...?
-Quedaron ahí tirados, hasta que alguien lo reportó y la marina llegó. Confiscó todo- me paso la mano por la cara con frustración y maldigo. Esto no puede estar pasando- Jefe, usted sabe Goliat estaba muy escéptico de trabajar con usted después de la muerte del señor Emilio, además, parece que se enteró de lo que le hizo a sus socios, así que no debe tener duda alguna de que lo traicionó igual que a todos los que estaban en la mansión.
Mierda. Tiene razón. Esto es un gran problema. Es verdad que volé en pedazos a muchos de los socios que tenía mi padre, pero tenia motivos. Muchos de ellos ya me eran inútiles, además de que no tenían ningún tipo de respeto por mí, lo que implicaba que podían traicionarme en cualquier momento. Además, necesitaba darle una lección a la DEA. ¿Infiltrar a alguien en mis filas? ¿qué creían? ¿qué no me iba a dar cuenta?
-Retira a toda nuestra gente de los puntos de Le Ragni- le ordeno- Lo primero que van a hacer es matarlos.
-Ya lo hice, jefe. Aunque eso nos hace parecer más culpables...
De nada sirve intentar hablar con Goliat, no va a querer mediar. Es un hombre muy cerrado que no da segundas oportunidades. Los negocios que tenía con mi padre eran con él, así mismo la confianza, y eso me lo dejó muy claro cuando asumí el liderazgo de los Dark Wolves. Entonces, un fuerte ruido irrumpe a través del sonido de las olas. Un disparo. Mierda. Mierda.
-¿Cuántos hombres hay en la casa?- pregunto
-No creo que los suficientes para contener la ira de Goliat, jefe.
Joder. A pesar de la situación, lo que siento no es precisamente miedo, si no más bien ira por no saber que demonios pasó. Acabo de perder un aliado importante, y eso afecta el negocio.
-Prepara el yate- le ordeno.
Carlo desaparece para cumplir la orden, y una sinfonía de disparos empieza a sonar. Empiezo a hacer cálculos mentales sobre los hombres que hay en la casa, y sé que van a tardar unos minutos antes de poder ingresar hasta donde estoy, pero eso significa que vamos a perder una gran cantidad de gente, y eso también es malo. Lorenzo aparece en la puerta de la casa que da a la playa, encabezando un grupo de gente armada detrás de él.
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Rastros de Sangre
AksiLas tragedias pueden ocurrir hasta en las mejores familias, y fue lo que le pasó a los Benedetti. Una noche derrumbó a esa familia perfecta, dejando a Beatrice, una capitán de la marina, deshecha, con una hermana que proteger, y un caso que resolver...