Capitulo 03

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Bianca Benedetti.

Muevo las agujas de tejer entre los hilos formando una prenda, según yo, mientras escucho como Damon de The vampire diaries, toma decisiones por los demás, por milésima vez.

Richetti se sienta junto a mí en el sofá. Supongo que Beatrice le pidió que me cuidara porque se quedó trabajando. Y seguramente se quedará muchas veces más, porqué así es su trabajo. No es que odie a los marines, o el hecho de que mi hermana pertenezca a la marina, pero hace menos de un mes perdí a mis padres, y es realmente horrible vivir con el miedo constante de que un día no regrese a casa. Ya he perdido mucho, y no podría perderla a ella. En conclusión, sí odio el hecho de que mi hermana pertenezca a la marina.

—¿Porqué sigues viendo esta serie?— Habla Richetti.

—Me gustan los Salvatore.

—Desde que llegué has estado tejiendo frente al televisor... Honestamente me estás preocupando.

—Estoy bien. No voy a deprimirme, mi hermana necesita que sea fuerte.

—Es curioso, ella hace lo mismo por ti.

—Es lo bueno de tenernos la una a la otra— Suspiro— Así que enfoco mis energías en actividades productivas. Mira lo que hice.

Levantó sonriendo lo que he tejido. Él lo ve y sonríe— Es una manta muy bonita.

Mi sonrisa se borra— Es un suéter.

Él examina mejor la prenda y me mira confundido— ¿En serio?— Lo miro fulminante— ¿Sabes? Mirándolo mejor, sí. Parece un suéter, es... Un suéter abstracto.

—Olvídalo— Digo sonriendo— Tejer no es lo mío— Pongo las agujas y la lana sobre la mesa de centro y me levanto— Pero por suerte...—Digo caminando hasta la cocina— No es lo único a lo que le dediqué tiempo.

Abro la alacena y saco el frasco transparente dónde guardé las galletas que hice esta tarde.

—Eso se bien— Habla Richetti acercándose hacia mí. Son galletas de mantequilla de maní, con chispas de chocolate. Abro el frasco y le paso una. Él la toma y le da un mordisco.

—¿Qué tal?— Pregunto, aunque su cara lo dice todo.

—Esta... Extraña— Comenta masticando lentamente.

—¿Extraña cómo?

—Pues sabe... diferente.

—¿Diferente?

—Diferente... a las galletas... que se comen.

Tomo una galleta y le doy un mordisco.

—¡Puaj! ¡Que asco!

Él suelta una risita y va al pantry a enjuagar su boca— Dios, es la galleta más fea que he probado. Está asquerosa.

Debí probar la masa antes de hornearlas y guardarlas solo porque se veían bien.

—No puedo creer que alguien pueda arruinar la receta de unas simples galletas de mantequilla de maní y chispas de chocolate— Me reprocha.

—¡Oye! No es tan fácil como suena.

—Te enseñaré a cocinar— Dice sonriendo, y empieza a buscar ingredientes en la alacena, para lo que sea que piensa cocinar.

Me subo a la encimera— No sabía que sabes cocinar.

—No soy un experto, pero sé hacer mejores galletas que tú.

Él pone los ingredientes sobre la encimera y empezamos a preparar la masa. Richetti era el mejor amigo de mi padre, a pesar de ser más de una década menor que él. Se conocieron mientras mi papá sacaba un doctorado en finanzas, y desde entonces se hicieron muy amigos. Richetti siempre fue el mayor confidente de mi padre, fue su mejor amigo, casi el hijo varón que no tuvo. Beatrice y yo crecimos viéndolo como una especie de familiar lejano, y durante todo este tiempo, él ha sido la única familia para mi hermana y para mí.

Rastros de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora