Le paso el borrador del informe oficial al almirante para que lo revise. Después de follar de manera tan irresponsable, nos vestimos y nos pusimos a trabajar. A pesar de que le he insistido para saber la verdad sobre cómo consiguió la dirección de la cabaña, no he conseguido nada. Es muy terco cuando se lo propone.
—Está bien, llévalo a mi oficina más tarde para que lo firme— dice devolviéndome el documento, y volviendo su atención a las carpetas que estaba firmando.
—¿Necesita ayuda en algo más?— pregunto antes de irme.
—Sí— dice sin despegar la vista del documento— ¿Puedes pasarme la carpeta del año 2019?— habla señalando un librero que está en la esquina de la sala de juntas.
Me levanto y comienzo a buscarlo. A penas lo tomo, el sonido de la puerta siendo abierta de golpe llama la atención de ambos. La almirante Bridge entra luciendo alterada, y va directamente hacia el almirante. Por la posición donde estoy ella está de espaldas a mí, y no nota mi presencia.
—¡¿Estás loco?!— le grita furiosa—¿Con qué derecho oficializas la declaración de Luciano Carusso?
—Con la autoridad que me da ser un almirante de la marina— dice fingiendo calma.
—¡No seas estúpido! ¡Estoy tratando de evitar una muerte más!— Mónica Bridge parece que va a explotar en cualquier momento. La rabia con la que se miran me deja perpleja. Yo jamás tuve una discusión así con ninguno de mis padres.
—¿Y cuál muerte preferirías?— le reta el almirante poniéndose de pie— ¡¿La mía?!
—¡Por supuesto que no! ¡Eres mi hijo, pero—
—Pero siempre tratarás de proteger a esa escoria, sin importarte nada, ni nadie.
La almirante Bridge va a responder, pero me aclaro la garganta para que note mi presencia. No me parece correcto presenciar esto. El almirante parece recordar mi presencia, y cuando ella voltea a verme, aprieta la mandíbula. La incomodidad burbujea en el aire. La almirante no dice nada más, y sale de la sala. Talvez sea por el entorno en que crecí, pero me parece increíble que una madre y un hijo puedan mirarse de tal manera.
—Sé que no debería meterme...— hablo acercándome a él, y escogiendo mis palabras— Pero creo que debería hablar con su madre, ante todo es su madre, y sea lo que sea pueden solucionarlo... Se lo dice alguien que ya no puede hablar con sus padres.
Cuando sus ojos se posan sobre mí, me replanteo el haber abierto la boca.
—¿En qué momento pedí tu opinión?— su voz está cargada de ira.
—Solo quise darle un consejo— digo tratando de no alterarlo más.
—¿Y quién te crees que eres para darme consejos?— habla entre dientes— Solo eres con quién me quito las ganas cada vez que estoy caliente, así que no te sientas especial porque hemos follado un par de veces.
Su respuesta me cae como un balde de agua fría, y antes de que pueda pensarlo, mi mano se estampa contra su mejilla, provocando un ruido seco por el golpe, volteándole el rostro.
—A mí no me hables como si fuera tu maldita prostituta,— cuando endereza el rostro, el desconcierto es obvio en su expresión— a mí me respetas.
No quiero seguirlo escuchando, así que antes de que pueda decir algo más, salgo de la sala de juntas dejándolo con la palabra en la boca. Imbécil.
Soy consiente de que, tal vez, no debí haber dicho nada respecto a lo que vi, pero no había necesidad de hablarme como si yo fuera un mero objeto sexual al que usa cada vez que está caliente, ¿Quién se cree es? ¿"Con quién se quita las ganas"? En todo caso, sería al revés. Él es con quién he estado sacando toda la frustración acumulada, desde que terminé con Matteo.
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Rastros de Sangre
ActionLas tragedias pueden ocurrir hasta en las mejores familias, y fue lo que le pasó a los Benedetti. Una noche derrumbó a esa familia perfecta, dejando a Beatrice, una capitán de la marina, deshecha, con una hermana que proteger, y un caso que resolver...