A penas lo veo, noto dos cosas. Uno, se afeitó, lo cuál me parece una lástima. Dos, no luce como él. Frunzo el ceño al ver que lleva una camisa mal abrochada, mientras me mira con una sonrisita muy impropia en él.
—Hola.
Entonces, lo entiendo. El olor a licor caro inunda mis fosas nasales a penas habla, y tengo que abstenerme de hacer una mueca de desagrado.
—¿Qué haces aquí?
—Tenía ganas de verte— a pesar de que evidentemente está borracho, no arrastra las palabras.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—En tu declaración de impuestos, sale que compraste una nueva propiedad, así que supuse que estabas aquí.
—¿Revisaste mi declaración de impuestos?— pregunto con sorpresa y diversión.
—¿Me dejarás pasar?— él ignora lo que le digo.
No entiendo que hace aquí. Él debería estar enojado conmigo por la forma en que lo traté, no estar en mi puerta, haciéndome ojitos, y sonriéndome para que lo deje pasar.
Una sonrisa involuntaria se forma en mis labios, ante la sonrisa perezosa que me da— Debería de grabarte para que te veas mañana.
Él inclina la cabeza sobre el marco de la puerta— Me estoy congelando de frío...
¿Qué puedo hacer? Esta borracho. Mandarlo a su casa solo, no es una opción. Él inclina la cabeza hacia abajo, mirándome a través de sus pestañas, casi rogándome con la mirada, y suelto un quejido de frustración, mientras me hago a un lado, resignada.
—Está bien. Puedes pasar.
Estúpido, manipulador.
Cierro la puerta detrás de él, y después me dirijo a la cocina, para darle un vaso con agua.
—No entiendo que haces aquí,— me quejo— pero te advi-
Sus manos me toman por la cintura, y me giran rápidamente, para sentarme en la encimera, haciéndome soltar un jadeo. Tengo que echar la cabeza hacia atrás para poder verlo a los ojos, cuando se cuela entre mis piernas.
—¿Qué estás haciendo?
Ya no sonríe. Sus ojos escudriñan mi rostro, durante unos segundos, hasta finalmente clavarse en los míos— ¿Cómo estás?
La pregunta me mueve el piso bruscamente, y tengo que apartar la mirada. ¿Cómo estoy? En la mierda. He pasado estos días, gracias a unas pastillas, y aunque respiro, no me siento viva.
Sus dedos toman mi mentón, y levantan mi rostro, para que lo vea. Su pulgar limpia una lágrima que no sabía que había soltado, y después me atrae hacia él, en un abrazo. Cuando mi rostro queda contra su pecho, el corazón me duele, y no puedo parar. Lloro contra su camisa que apesta a licor, mientras siento mi pecho temblar.
He llorado mucho estos días, pero la presión cada vez que respiro no disminuye, las pesadillas no se van, y hay momentos en que el dolor sigue dejándome sin aire. Las manos me comienzan a temblar, y es como si todo lo que no me hubiera permitido llorar por mis padres hubiera estallado dentro de mí, con la muerte de mi hermana.
—No fue tu culpa— lo escucho murmurar.
—Sí lo fue— logro murmurar— No pude protegerla,— hipeo— y mis padres me odiarían si lo supieran.
—No.— me corta, sin soltarme— Tus padres no te odiarían por que los únicos culpables fueron los Dark Wolves.— él se echa hacia atrás, tomando mi rostro entre sus manos— Tu no.
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Rastros de Sangre
ActionLas tragedias pueden ocurrir hasta en las mejores familias, y fue lo que le pasó a los Benedetti. Una noche derrumbó a esa familia perfecta, dejando a Beatrice, una capitán de la marina, deshecha, con una hermana que proteger, y un caso que resolver...