Capitulo 32

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[Mark]



—...Eh... oye tú... ¡Despierta! —abrí los ojos sintiendo un leve sobresalto, pero no lo suficiente como para moverme de la silla de la biblioteca más de un centímetro.

—¡Shh! —rechistaron los demás estudiantes, mirando en mi dirección con el ceño fruncido.

—Lo siento... —la persona que acababa de despertarme se sentó frente a mí, mordiéndose el labio inferior. Yo lo conocía. Entrecerré los ojos analizando cada una de sus facciones. Claro que lo conocía.

—Lucas...

—¡Sí, ese soy yo! Menos mal que me reconoces. —sonrió, cruzándose de brazos sobre la mesa e inclinando el cuerpo hacía delante, apoyando la barbilla sobre la mano, mirándome con los ojos alegres y activos que recordaba. —Como últimamente no reconoces ni a tus propios amigos... —medio cerré los ojos. Estaba demasiado cansado como para hacer el esfuerzo de fruncir el ceño. —¿Cómo estás Mark?

—Bien.

—Me refiero de verdad, tío. Sólo hace falta verte para saber que mientes.

—¿Y por qué preguntas?

—Por simple educación. —bajé la cabeza un poco, clavando los ojos en mi regazo y en mis manos temblorosas bajo la mesa, que apretaban con fuerza mis pantalones intentando detener los temblores. —Desde que Johnny se fue apenas te veo por la universidad. —sentí un fuerte espasmo al oír ese nombre. Enormes náuseas. El agujero negro empezó a ganar terreno sobre mi mente con sólo oír ese maldito nombre. Sentí como uno de los fragmentos de mi cuerpo caía al suelo para hacerse añicos. No quería hablar de eso ahora. No podía... —Oh, perdón. No quería hablar de él.

—Nadie quiere hablar de él pero todo el mundo acaba haciéndolo. Por eso no quiero asistir a clases. —sabía lo que me esperaría en cuanto pusiera un pie allí. Las preguntas volarían por todos lados, al igual que los rumores. Por lo menos en casa podía llorar, tirarme y esconderme en una habitación oscura cuando quisiera, en absoluta soledad. Si en la universidad me daba un ataque de ansiedad, sólo conseguiría hacer desaparecer mi escasa autoestima, esa que se arrastraba como una serpiente siguiendo a mi sombra.

—Lo entiendo. Si no quieres hablar, que se le va ha hacer. Sólo...

—¿Qué?

—¿Es verdad que estás yendo a psicólogos y cosas así? —cerré los ojos, suspirando, agotado del todo. Lo que decía. Los rumores vuelan por todas partes.

No quería hablar con nadie, ni con Jeno y Haechan, no quería hablar con ellos precisamente por que lo sabían todo. Todo. Eran los únicos en los que podía confiar y a la vez, los únicos que podían recriminarme con razón todos mis actos. Y ahora no tenía ganas de recriminaciones. Sólo quería estar solo en un rincón oscuro revolviéndome en mi propia mierda. Sufriendo en silencio. Sabía que John no volvería, así que sólo me quedaba la esperanza de que el agujero fuera desapareciendo poco a poco, como ocurre en todos los desengaños amorosos. O el agujero desaparecía... o yo...

—¿¡Quieres dejar de hablar estupideces!?— golpeé la mesa con el puño, haciendo un ruido estridente que se tragó todo el silencio que inundaba la biblioteca. —¡Estoy hasta los huevos de John, de todos...! ¡Déjenme tranquilo! ¿¡Tan difícil es!? ¡No quiero hablar con nadie! ¿¡Vale!? Diles de mi parte a esos que hacen los rumores que no se metan en mi vida. ¡No les importa una puta mierda! —Yukhei me observó en silencio.

—Señor Lee... —la bibliotecaria me agarró del brazo de repente, con fuerza. —Acompáñeme a la salida. —de un tirón, me deshice de su agarre, molesto. Recogí los libros de la universidad frente a la mirada atenta de la mujer y los grandes ojos de Yukhei y les di la espalda, dispuesto a salir de allí a prisa.

—Mark... —me llamó el con voz ronca y calmada —Disculpe señora ya nos íbamos.

Salí de allí tan cabizbajo como había entrado, abrazándome el cuerpo con los brazos, sintiendo que iba a caerme a trozos de vuelta a casa y dejaría un caminito de mis piezas rotas que guiaría a las personas hasta mi cadáver. Hubiera estado bien, pero no ocurriría. Al menos no tan rápido como desearía y menos con un chico de casi 1.90 detrás de mi.

—¡Eh, Mark! —frené en seco, con los ojos en blanco y los puños apretados. Un ostentoso coche deportivo estaba aparcado a un lado de la avenida. Miré a Yukhei detenerse junto al auto. —¿A dónde irás a éstas horas? Déjame llevarte a casa...

—Lucas...

—¿Por qué Lucas? ¿Es que ya no te gusta mi nombre o qué? —suspiré. Me cargué el bolso al hombro y empecé morder mi labio dudando. —¿Por qué no vienes conmigo y te calmas un poco?

—Yo...

—También quiero decirte que... esa vez en casa de Lia... no pretendía asustarte, sólo quería besarte. —se apoyó en la puerta con la mirada baja y me agarró el brazo, jalándome hacia el.

Trate de ignorar lo último que dijo y lo miré con los ojos aguados. Un par de lágrimas descendían por mi cara sin compasión, sin represión. Él me miraba en silencio, sin hacer la más mínima referencia a mi muestra de debilidad. Se lo agradecí para mis adentros. Me limpié las lágrimas con el brazo y negué con la cabeza.

—No, gracias.

—¿No quieres que te lleve? Si es por lo que pasó en la fiesta de Lia, ¡Te juro que no voy a tocarte un pelo! Te asusté y lo siento, de verdad. No quiero que me tengas miedo... —su casi imperceptible tartamudeo me hizo sonreír un poco.

—No es por eso. Prefiero volver solo a casa...

—¿Es por Johnny? —Yukhei alzó una ceja al tiempo que una sonrisita divertida aparecía en su cara. —¿Piensas seguir dándole gusto eternamente? —fruncí el ceño, pensativo. No, desde luego que no. —Mark... él ya no tiene poder sobre ti. No le perteneces y en mi opinión, nunca mereció tenerte. —un pequeño alivio y sentimiento de halago me cruzó el pecho, justo en el centro del agujero, recuperando una pequeña parte de mí que ya daba por perdida. ¿Un poco de valor, quizás? —Vamos Príncipe anímate.

—¿Príncipe? —me reí un poco, con gran esfuerzo. Yukhei me tendió la mano.

—¿Te animas? —miré su mano unos segundos, en silencio. Negué con la cabeza y con una especie de intento de sonrisa, le di la vuelta al coche y abrí la puerta del copiloto en silencio, adentrándome en el tranquilamente. Oí la risa grave de Yukhei cuando abrió la puerta del conductor. —Supongo que así también cuenta. —Y arrancó.

Abrí la ventanilla, buscando el aire fresco del anochecer azotarme la cara. De repente, el techo del coche se replegó, desapareciendo en la parte trasera, dejándome ver el cielo levemente estrellado que se abría en la noche despejada. Miré a Lucas, que me sonrió, divertido. Intenté devolverle la sonrisa y creo que más o menos, lo conseguí. Hasta que descendí la mirada y me encontré cara a cara con el espejo retrovisor, devolviéndome mi propia mirada y Lucas habló.

—Joder y pensar que ese imbécil me amenazo para que no me acerque a ti. —dejé de ver mi reflejo por unos instantes y lo miré a la cara. Lucas tragó saliva por algo que vio en mis ojos.

—¿Qué? —Lucas alzó una ceja, sin entender. Mi voz sonó ronca y furiosa, grave como si tuviera veinte años más de los que tenía, amenazante.

—Hum, pues verás... —se encogió de hombros. —Aquella vez en el baño, ¿Te acuerdas? —sujetó con fuerza el volante, suspirando. —Me amenazó con cortarme el cuello si me acercaba a ti mientras él no estuviera. Pero... —empezó a hablar, diciendo algo sobre que no soportaba que nadie le ordenara ni le dijera lo que tenía que hacer, pero yo dejé de escucharle.

Cherries in the skyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora