Capitulo 44

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[Johnny]


Caminé hasta mi coche y me subí a él. Por suerte, las llaves todavía seguían dentro de mis pantalones y arranqué. Salí de allí en cuestión de segundos, subiendo el marcador directamente a ciento cuarenta y saltándome todos los semáforos y señales de "alto" posibles. Lo cierto es que ni siquiera iba pendiente de la carretera. No desde el último vistazo que mis ojos le habían dedicado furtivamente a la ventana del segundo piso, del cuarto de mi hermanito, dónde el seguía durmiendo tranquilamente, ajeno a todo.

En ese momento, no pensé en ninguna despedida en especial. No pensé en nada. Simplemente estaba ciego. Ciego de odio como no había estado en ocho meses, ni siquiera en la fiesta de Lia, con ese Chino abominable toqueteando a Mark en la cama, delante de mis narices.

Odio... y esa vez, Mark no estaba allí para calmarme. Odio hacía mí mismo, hacía mi madre, hacía el mundo, hacía todo en general. Hacía mi propio hermano. Pero sobretodo hacía mí... y no solo por haberle destrozado la vida a mi ángel, si no también por ser tan débil y blando, el ingenuo en el que me había convertido. Tan patético. ¿Cómo había podido dejarme llevar por las palabras y las acciones de un simple niño? ¿Cómo? Los débiles, mueren. Los fuertes, sobreviven. Es la ley de la naturaleza. Selección natural pura. Y yo no estaba dispuesto a ser el débil. No estaba dispuesto a perecer.

Ese día, aprendí algo nuevo... No solo estando en la calle se aprende y, aunque los movimientos son distintos y las lecciones cambian, la respuesta es siempre la misma, da igual desde dónde la mires, desde los callejones oscuros de los barrios más bajos del mundo, o desde un rinconcito en una cama con sábanas frescas, en una habitación con olor a libertad, al lado de una persona importante para ti.

Lo que diferencia a un ser humano de otro ser humano, es su grado de hipocresía y de cinismo. Y eso significa que el mundo entero es hipócrita desde que nace hasta que muere, siempre, por muy madre sobreprotectora que se sea, o todo lo puro y perfecto que puede ser un niño grande. Esa es una lección que nunca cambia y la norma para sobrevivir a ella es simple y clara; "No te fíes de nada ni de nadie, no creas en nada ni en nadie y, sobretodo... no sientas nada por nadie.
Solo así podrás vivir. Solo así, no cometerás estupideces".

Y... lo dice alguien que ha cometido la peor estupidez de todas las existentes.
Sentir...

Habían pasado escasos segundos en los que mi mente había recordado con todo lujo de detalles lo que había sucedido aquel día por la mañana, después de la última vez que hice el amor con Mark, antes de salir corriendo de casa y empezar a deambular por las calles como algo parecido a un alma en pena, pensando, acumulando ira en silencio y dejándola caer sobre cualquiera que se me pusiera delante. Así, una semana. Volviendo a casa lo más tarde posible solo para no tener que ver la cara de esa mujer y del inocente Mark, para no provocarle más daño y menos en esos momentos, en los que a cada segundo su vida peligraba cerca de mí a causa de la rabia. Si se hubiera acercado demasiado, ni siquiera su tacto tranquilizador hubiera podido detenerme. Le hubiera dado la paliza más brutal que alguien hubiera podido recibir de mí. Apenas había podido reprimirme esa semana, recogiendo cosas, haciendo los trámites para el traslado, para darme de baja en la universidad...

Recordaba aquel día, el día en que Mark entró en mi cuarto, decidido y cabreado, gritándome que estaba preocupado, que no sabía qué ocurría, que no lo soportaba más, que necesitaba respuestas y yo... le había soltado un discurso injusto e insustancial sobre lo que creía de su actitud cobarde, de su forma de ser, de sus defectos. Se los había echado en cara y él, con razón, me golpeó y salió medio llorando de mi cuarto. Para cuando hubo desaparecido tras la puerta, mi cuerpo temblaba descompuesto sobre la cama, reprimiendo las ganas de ir detrás de él, cogerlo por la fuerza, arrastrarlo hasta su mismísima madre y violarlo delante suya, con puro sadismo, sin amor ni mierdas de esas, no.

Cherries in the skyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora