Capitulo 5

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[Mark]

Lo había deseado desde pequeño, conocerle y ahora que lo tenía delante, ¿Me daba miedo? Vale que no fuera un hermano normal, vale que me hubiera utilizado y nos hubiéramos acostado, que se hubiera aprovechado de la situación pero seguía siendo mi hermano, mío. ¿Habría en él algo de lo que había esperado? ¿Algo de amabilidad, cariño fraternal? Eso me tocaba averiguarlo a mí. De hecho, aún quería conocerle. El que lo hubiéramos hecho no había hecho más que aumentar esa necesidad de saber más de él.

Estaba en mi primer año de carrera y mi hermano iría al día siguiente a matricularse. El deseo de conocerle desaparecía con el miedo y el horror de pensar que me había acostado con mi hermano.

—Te he estado esperando quince putos años, mi sueño era conocerte. Conocer a mi hermano, mi perfecto hermano mayor y no separarme nunca de ti. Quiero a mi hermano, lo necesito. ¿Qué has hecho tú con él?

Johnny sonrió divertido. No podía creer que existiera alguien tan insensible como él y cuando me di cuenta, ya le había levantado la mano y le había dado una bofetada.

—Mierda —murmuró —¿Por quién me tomas? No soy un violador. Seré mala persona, pero violador nunca. Eso es asqueroso —sus palabras me tranquilizaron. No se porque, pero sentí que podía confiar en ellas —hablas como si en tu vida nadie te hubiera tocado un pelo.

—Aún no lo entiendo.

—No voy ha hacerte daño ¿Qué tengo que hacer para que dejes de llorar? Haré todo lo que me pidas —lo miré a los ojos de inmediato, mirándolo, sorprendido. Recordé esas palabras que había utilizado la noche pasada para tranquilizarme, mientras se situaba desnudo sobre mí y me acariciaba, muy despacio, con incluso algo de ternura y lo mucho que me había gustado esa faceta suya. ¿Era posible que no hubiera sido todo mentira?

—¿Por qué?—alzó una ceja, poniendo atención en mis palabras —Sabías que era tu hermano ¿Por qué lo hiciste? Si yo lo hubiera sabido...

—No me paré a pensarlo —me interrumpió —Estabas ahí. Desde que entré hasta que salí no pude apartar los ojos de ti. No sabía quien eras —tragué saliva.

Mis manos ocultaron mis ojos de los suyos, me sentía bastante débil y presentía que si lo miraba a la cara, me ruborizaría hasta la raíz del pelo. De repente, sentí algo cálido rozarme los labios. Su aliento penetraba por entre mis dientes, descendiendo por mi garganta como una cura para el frío que sentía mi cuerpo. Me estremecí y entonces sus labios se pegaron a los míos con cuidado, como si temieran romperme y entreabrió los labios sobre los míos. Sentí la humedad de su lengua y abrí la boca, que encajó a la perfección con la suya. Mis manos se apartaron de mis ojos enseguida y cayeron mientras su cuerpo se inclinaba más sobre el mío, empezando a sentir su peso, sus proporciones, su musculatura la cual empecé a desear volver a tocar en toda su desnudez.

El calor volvía a mí. Sus labios, hasta ese momento quietos, empezaron a moverse y a rozarse contra los míos con su característica brusquedad, deseando tragarse los míos, compartiendo el mismo aliento, mezclando su saliva con la mía, jugueteando con mi lengua y deseando ir más allá y yo también empezaba a desearlo.

Sus manos se movieron solas, introduciéndose bajo mi camiseta, deseando quitármela. El roce de sus manos frías, heladas, sobre mi plano abdomen, me estremecieron provocándome escalofríos. Jadeé y separó sus labios de los míos aún cuando nuestras lenguas seguían unidas. Noté como un hilo de saliva se escurría por mi barbilla y cerré la boca, mordiéndome el labio, avergonzado con su mirada fija en cada detalle de mis movimientos. Su mano helada descendió por mi estomago hasta colarse bajo mis pantalones. El estómago se me encogió, notando el frío de sus dedos. Temblé bajo su cuerpo y mi mano se posó sobre su nuca, buscando un punto de apoyo al placer que me provocaba sentir sus dedos bruscos moverse, de arriba abajo, con fuerza, sintiendo la presión que hacían mis pantalones.

Dejé la boca entreabierta. Los bajos gemidos emanaban a su gusto de mi garganta.

—Tanto quejarte... —le oí decir con voz ronca. Su otra mano la sentía fría sobre mi espalda, bajo mi camiseta, separándome de la pared, jalándome lo suficiente como para que sintiéramos el aliento del otro chocar contra nuestros labios. Sentí el calor de su cuerpo en cuanto la distancia entre nosotros se desvaneció —hermanos, hermanos... tampoco parece importarte a ti si empiezo a tocarte así —me apretó, haciéndome sentir excitación y dolor al mismo tiempo. Dejé escapar un grito frente a su rostro y sonrió.

—No te rías —apreté entre mis manos su nueva sudadera. Había ocultado entre las sábanas la chaqueta que me había dejado la noche anterior. Las dos olían a él.

—Es divertido ver tu cara mientras te hago esto —hundí mi cabeza en su pecho, abochornado, imaginando la expresión que tendría en esos momentos —Esa carita me pone muy caliente —tragué saliva.

—No es justo —tiré de su sudadera hacía abajo. Quería quitársela, arrancarle la ropa y volver a restregarme bajo su desnudez, pero de nuevo, con un movimiento seco y rápido, la mano con la que me manoseaba me apartó las manos, agarrándomelas y aplastando mi cuerpo bajo el suyo, inmovilizándome de nuevo contra la pared.

—Querías saber más de mí ¿No? Era lo que has estado esperando mucho tiempo, te diré algo entonces —se restregó contra mí, ansioso, con fuerza, haciéndome estremecer, ver las estrellas, encogerme de placer y gemir, casi gritar al sentir su miembro tan duro, chocar contra el mío —Odio que intenten dominarme, no tiene gracia el juego —su lengua recorrió mi barbilla hasta llegar a mis labios, un pequeño mordisco hizo que mi corazón volviera a acelerarse —recuérdalo la próxima vez, pequeño —y se apartó de mí. Se enderezó y me observó con expresión de superioridad desde arriba.

Cherries in the skyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora