Capitulo 10

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[Mark]


—¡Chicos, ya estoy en casa!—pegué un gran salto. El corazón se me puso en la boca en cuanto oí a mi madre del otro lado de la puerta y salté del sofá, disparado, tan exaltado y con tanta rapidez que tiré a John al suelo. No me paré a mirarlo y agarré lo primero que vi a la mano, su enorme sudadera, poniéndomela encima con descuido. —Chicos, ¿están en casa? ¿Mark, cielo?

Vi a John, levantándose del suelo y mirándome con cara de incertidumbre al ver que le había robado su ropa. Le señalé, histérico, la puerta de la cocina y él frunció el ceño, tirando de su sudadera, la que tapaba mi torso desnudo lleno de chupetones. Le pegué una patada baja que quería dirigir hacía su estomago, pero al ver su cara pálida y como cerraba los ojos con fuerza, maldiciéndome por lo bajo y encogiéndose adolorido, me di cuenta de que por desgracia para él, le había dado un poco más abajo.

No me paré a pensarlo. Me levanté y aprovechando su escasa guardia y su incapacidad para replicar, lo empujé hacía la cocina y cerré la puerta de golpe.

—¡Mark, cielo!

—Hola mamá —intenté sonreír al verla aparecer cargada de bolsas, que depositó en el suelo después de dirigirme una mirada de extrañeza. —¿Cómo es que has llegado tan temprano?

—Oh, lo tenía todo planeado para este día cariño, y me he tomado el día libre. He ido a comprar algunas cosas para la cena de hoy, será especial —miré las bolsas sobre el suelo con una ceja alzada.

—¿Qué celebramos?

—Que Johnny está aquí y... ¡Henry vendrá a cenar esta noche! ¿No es genial? —entorné los ojos, no muy contento por la noticia de que su novio cenaría con nosotros, la verdad, pero al ver la expresión de felicidad de mi madre, no pude hacer otra cosa que sonreír.

—Genial mamá. Será increíble. ¿Necesitas que te ayude en algo? —mi madre se quedó parada frente a mí, con las bolsas de nuevo en las manos cuando entornó los ojos, observándome fijamente. Parecía extrañada y sorprendida y eso me hizo tragar saliva, nervioso. Mi madre siempre había sido tan astuta como despistada, un lince para ciertos asuntos, como saber cuando mentía y cuando decía la verdad y acordarme de ello, me hizo empezar a sudar cuando se me acercó lentamente, con cara de preocupación. —¿Qué que pasa? —de repente, frunció el ceño.

—Mark —rara vez me llamaba por mi nombre y no utilizaba un apodo cariñoso y eso significaba que estaba enfadada. Oh, dios no —¿Qué has hecho? —el corazón volvía a latirme desbocado a causa del nerviosismo. ¿Nos había descubierto? Joder, me tomaría por loco, por depravado, por cerdo. No me volvería a dirigir la palabra en la vida. Me echaría de casa o peor, ¡Me metería en un psiquiátrico! —Cariño bueno, supongo que es normal. Estás en la edad después de todo.

—¿Qué? —fue lo primero que dije en cuanto tuve suficiente conciencia como para reaccionar. Mi madre se mordió el labio, azorada de repente, cortada.

—Bueno, supongo que ya eres mayorcito como para saber donde te metes, pero ten cuidado. Mantener relaciones sexuales a tu edad es un tema delicado.

—¿¡Qué!? —mi madre sonrió, como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo. Llevó una mano de repente hasta mi hombro y noté la frialdad de su piel sobre la mía. La sudadera era tan grande que se me caía y me dejaba al descubierto el hombro izquierdo, escurriéndose por él. Se me veían los chupetones y en cuanto me di cuenta, me aparté de un salto de mi madre y me coloqué bien la sudadera. Sentí las mejillas arder y mucha vergüenza ante la risita divertida de mamá.

—Cielo, lo comprendo. A tu edad yo también actuaba así. De esa forma acabé siendo madre. Sólo te digo que tengas cuidado. ¿Estarás usando preservativos, no?

Cherries in the skyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora