Capitulo 38

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[Johnny]


—¡Johnny! ¿¡Dónde está Johnny!? —los gritos se escuchaban por todo el pasillo, que no era corto precisamente. Me puse rígido en cuanto oí esa voz desesperada cruzando el club de cabo a rabo, buscándome.

—Oh, vaya... —la chica entre mis piernas se sacó mi pene de la boca y giró la cabeza hacía la puerta poniéndose de pie, curiosa. Esa chica cuyo nombre no recordaba y a quién acababa de tirarme sin miramientos contra los lavabos, me abrazó el cuello, restregándose sobre mi pecho desnudo, acariciándome la espalda y besándome el hombro.

En ese momento, Jeffrey abrió la puerta de golpe.

—¡Johnny! —se quedó mudo al ver la escena. Vi claramente como se ponía blanco y al instante siguiente, rojo granate.

—¿Qué? —pregunté, empujando la cabeza de ella de nuevo hacía mi erección. —¿A qué viene tanto escándalo? Joder, tío... —Jeffrey no sabía que hacer. Parecía haberse quedado en blanco y desvió la mirada al suelo, sacudiendo la cabeza de un lado a otro.

—Es... e-es... Nakamoto... —murmuró.

—¿Yuta? ¿Qué le pasa? —mi voz sonó ronca y carraspeé, echando la cabeza hacía atrás, recostándola en el espejo de aquel baño. Estaba sudando.

—Es-está herido...

—Ja... ¿Qué mierda ha hecho ahora ese idiota? —estaba a punto de acabar. Faltaba poco...

—Precisamente... bueno... —le miré de reojo, esperando una explicación más concreta. Él parecía afectado, seriamente dolido.

Jadeé cuando me corrí. Estupendo...







Yuta estaba en el suelo, con la cabeza recostada sobre las piernas de Ten que jodía a todo el mundo con sus comentarios nada amables. Apretaba contra la cabeza del herido un par de gasas ensangrentadas, ocultando su cara. Yuta iba desnudo de cintura para arriba, descalzo y con los pantalones desgarrados. El pecho estaba cubierto de sangre reseca y tenía el hueso del hombro salido, totalmente dislocado. Los nudillos magullados.

Me agaché de cuclillas frente a ellos. Jeffrey observaba todo desde arriba, mordiéndose los labios con nerviosismo.

—¿Qué ha pasado?

—Esos cabrones homofóbicos. ¿Qué va a pasar? Malditos hijos de puta. —contestó Ten, enfurecido.

—¿Yuta? —el solo movió el brazo más o menos sano en dirección a su cara, apartándose suavemente las gasas de la cabeza.

—Quiero venganza. Ya. —soltó, con la voz aguda y la rabia brillando en sus ojos hinchados. Me senté a su lado, agarrándole el brazo dislocado y apoyando la mano en su hombro salido.

—Explícame. —y le di el tirón que necesitaba para volver a colocárselo.

—¡Aahh! ¡Joder, se más cuidadoso! ¡Me han molido! ¡Malditos policías imbeciles!

—¿Qué pasa? ¿De nuevo has intentado ligarte a alguien que no debías?

—Sí. Bueno masomenos.

—¿En serio? ¿Y has tenido suerte?

—¡No tiene gracia, John! —para mí sí la tenía. No pude evitar reír a pesar de que le acabaran de meter una paliza de muerte a uno de mis mejores amigos. —¡John! —me gritó. —Han secuestrado a Sicheng. —y de repente, un balde de agua helada me cayó encima. Me puse serio al instante y miré a Yuta con ojos escrutadores.

—¿Al Chino? —él no contestó, pero con mirar la cara de los tres, la respuesta sobraba.

En realidad, yo no conocía mucho a Sicheng. Era un "protegido" de Yuta, un niño que poco a poco aparecía en nuestras reuniones. Tenía el pelo erizado, castaño claro, casi rubio. Ojos muy bonitos, afilados pero fríos. Solía tener los labios siempre en una especie de puchero, muy pequeños y la cara era blanquita y sin rastro de barba. El cuerpo no muy musculoso, pero era suficiente como para llamar la atención de cualquier chica. Nadie negaría nunca que era realmente atractivo y guapo a los ojos de las mujeres y también, a los ojos de hombres como Nakamoto Yuta.

Cherries in the skyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora