11. Mil veces alicate

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Harriett

Eran las cinco de la mañana cuando salí del restaurante, caminé lo más rápido que pude hasta mi departamento y cuando llegué me sentí profundamente aliviada de seguir con vida, así que subí el elevador cantando la canción de freaks sin preocuparme por absolutamente nada, hasta que llegué al maldito departamento y me encontré con Caitlyn sosteniendo dos cafés.

—Hola —arrugo la frente.

—Adivina a donde voy —me sonríe.

—A clases no porque son las cinco y media —miro mi reloj.

—Voy a ver a Blake Hawckett.

—¿Qué? ¿Por qué?

Vienen a mi mente recuerdos del asqueroso de Blake Hawckett, puedo recordar sus halagos idiotas hacia mí y los comentarios que hizo Jack.

—Me llamó para concretar una cita para enseñarme de moda.

—¿Él te llamó a ti? —asiente— ¿Cómo?

—Pidió mi número cuando lo atendí en el restaurante.

—Déjame adivinar —miro el techo—. Una ensañada de pollo y tu número.

—Un bistec en realidad —se ríe—. Relájate, Harriett, solo iré a que me enseñe vestidos y cortes.

—¡Son las cinco de la mañana!

—Es madrugador.

—No luce como un madrugador, ¿sabes cómo luce? —la señalo— como un pervertido.

—Podría casarme con él —sonríe—, mil veces.

—Tu podrías casarte con todos los hombres del mundo.

Así es Caitlyn, desea demasiado vivir el sueño del romance perfecto, tanto que, a sus ojos, todos los hombres del mundo son perfectos y desean amarla por toda la eternidad, hasta que le rompen el corazón, como siempre, porque elige al típico chico malo que la estúpida protagonista sin amor propio elegiría.

—Nos vemos.

Continúa su camino hacia el elevador y me deja parada frente a la puerta, preocupada por ella. Al entrar al departamento todo está apagado a excepción de la luz de la habitación de Lara.

—Hola —me paro en el umbral de la puerta—, ¿Quién reparó la luz?

Está sentada en su cama con su laptop en las piernas.

—El casero —sonríe—, está convencido de que es negligencia de su parte.

—Lo fue, ¿Qué clase de edificio se queda sin luz por una inocente secadora?

—Debo prepararme para el trabajo —suspira—, hoy tengo un grupo de secundaria y después la visita al museo.

—Suerte.

Entro a mi habitación y me dejo caer en la cama, aunque no estoy cansada físicamente, solo deseo acostarme toda la vida, pero tengo un asunto más urgente. Saco mi computadora y al abrirla comienzo mi investigación.

''Jackson Willbourn''

Su información es sencilla de encontrar, como con cualquier famoso, sus fotografías, su cumpleaños, altura, ocupación, familiares, ciudad de nacimiento, todo se encuentra con un solo clic, excepto su número de teléfono.

Resoplo y aparto la computadora, pero no me rindo, llamo a Nat.

Son las cinco de la mañana —dice de inmediato.

Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora