25. Día de gracias

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Harriett

—¿Y qué le dijiste a Cory?

—Que iría con Jack —me encojo de hombros frente al espejo.

Caitlyn abre la boca de la misma manera que lo hizo Lara cuando criticó mi ropa de hoy.

—¿Qué? No le iba a mentir.

—¿Y qué dijo él?

—Que me divirtiera.

—¿Con que tono?

—Con un tono amigable —pongo los ojos en blanco—. Vamos a salir el sábado.

Para este día, decidí utilizar unos cómodos pantalones holgados color salmón, una blusa fajada color blanco con letras negras y mis cómodos tenis blancos, los que, según Lara, me hacen ver como una hippie de ciudad.

—Ya veo, ¿crees que se convertirán en pareja?

—Eh... no lo sé, ya veré.

—Harriett.

—¿Qué? —me río—. Cat, no he tenido pareja en tres años.

—Pues ya va siendo hora, con razón estas tan irritada, te hace falta sexo.

—¡Caitlyn!

Ella irá con su familia al igual que Natalie, pero Lara hará lo mismo de cada año, ir a bares a conquistar chicos emocionalmente inestables que tratarán de llamarla quince veces al número falso que les dará.

—Llegaron por ti —me avisa Lara, cuando escuchamos golpes en la puerta.

—Diviértanse.

Salgo de mi habitación y cuando veo a Jack no puedo evitar sonreír, temblar, sudar, sentir un escalofrío por toda la espalda y sentirme en una nube de espuma rosada.

—Hola.

—Hola —sonríe—. ¿Lista para el peor día de tu vida?

—Me preparé bien cuando salí de mi país.

Durante el camino hacia su casa, me preparo mentalmente para encontrarme con toda clase de gente rica irritante, pero al llegar lo único que me encuentro es a una cálida señora que me abraza sin saber quién soy.

—Tenía ansias por conocerte —me aprieta demasiado—. Soy Liz.

—Harriett.

El camino fue demasiado largo, estamos fuera de la ciudad en una preciosa casa estilo palacio que tiene una preciosa vista al bosque y en la cocina, en donde estamos, hay un gran ventanal que deja ver todo el patio trasero, donde se está juntando la familia de Jack en dos equipos para jugar lo que parece ser futbol americano.

—Lo sé, preciosa —sonríe—. Allá está mi esposo —señala el patio—, y ella es mi hija Heather, disculpa que no estén aquí —me toma la mano—. Son muy competitivos.

—Descuide.

—Háblame de tu —sonríe—. Y dime Liz, por favor —asiento con la cabeza—. ¿Tu juegas futbol?

Ella habla muy rápido, parece emocionada.

—Si.

Recuerdo las festividades en casa cuando jugábamos rugby y papá, como buen profesor, se ponía a darnos clases del porque el rugby y el futbol americano no son la misma cosa, así que si, crecí con una idea muy clara de cómo jugar ambos deportes.

—Genial, Jackson jamás juega.

—Porque es una mariquita.

En el umbral de la puerta está su primo, quien seguramente ha estado escuchándonos los últimos minutos.

Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora