13. Intervención

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Debo aprender a quedarme callada, lo anoto en mi lista mental de cosas que debo aprender para no incomodar a la gente y continúo comiendo cuando él no responde, solo me dedico a comer sin volver a decir nada, eso nos deja en un espantoso silencio incomodo que solo se detiene cuando los cubiertos chocan con los platos, lo miro y a aparto mirada de inmediato.

—Lo siento —murmura.

—No debí preguntar —le sonrío—, yo lo siento.

Él me sonríe de vuelta y me tranquilizo.

—¿A qué hora entras al trabajo? —me pregunta, para cambiar del tema.

—En media hora —observo mi reloj de muñeca.

Mi reloj dorado que llevo a todos lados igual que la bufanda amarilla que combina con todo.

—Es un lindo reloj.

—Gracias —lo miro con nostalgia—, era de mi hermana.

Vuelvo a mirar mi comida y a sonreír cada que pincho alguna cosa con mi tenedor.

—¿Te lo regaló?

Analizo la respuesta, ella habría querido que yo lo tuviera, pero no me lo regaló, de hecho, basándome en nuestra última conversación, lo tengo en la muñeca por una sola razón y quiero llorar.

—No —vuelvo a mirarlo—, lo robé.

Arruga las cejas y noto que está esperando a que sonría, pero no lo hago.

—Oh...

—Entre otras cosas —ahora si le sonrío—, en fin —suspiro—. ¿Hay algo de lo que si quieras hablar?

—Hablemos de ti —se encoje de hombros, sonriéndome.

—Oh... —me río— claro, hablemos de mí, ¿Qué quieres saber?

—No lo sé, intereses, aficiones, fetiches extraños —sonríe.

—Fetiches extraños —repito, alzando las cejas—, muy bien —trato de no reír y me acerco a él para decirle mi gran secreto—. Me gustan las palomitas acarameladas.

—¡No! —se cubre la boca—. Creí que nada me sorprendería más que el asunto del aguacate.

Me encojo de hombros.

—Sigues tu —lo señalo con mi tenedor—, un fetiche extraño por otro fetiche extraño.

—Hemos dicho que hablaremos de ti.

—Vamos, somos amigos —meto un pedazo de budín negro a mi boca—. Los amigos se cuentan todo.

—Depende de la clase de amigos.

—Somos buenos amigos —le guiño un ojo—, te salvé de Olivia.

Jack cede al final y terminamos conociéndonos mejor, ahora sé que trató de ser vegetariano cuando tenía dieciséis años, iba a yoga y lo adoraba, le gusta conducir al igual que los coches, los trajes y por supuesto, el aguacate, él también sabe más cosas superficiales de mí, como mi gusto por las palomitas acarameladas, el budín negro y la tendencia que tengo por incomodar a la gente.

—Debería ir al trabajo —suspiro cuando salimos del restaurante—, me divertí mucho.

—Déjame llevarte.

—No, ya pagaste el desayuno.

—No lo hice, es mi restaurante.

Jack sonríe y termino de vuelta en su coche, él me lleva al trabajo y se va en cuanto bajo de su coche.

Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora