Jackson Willbourn
Cuando despierto estoy sudando fuera de mi cama, mirando como mis pesadillas se han vuelto reales, de nuevo siento que algo me asfixia, pero esta vez nadie acude a mi rescate, nadie abre la puerta y después de unos largos minutos me doy cuenta de que no hay nadie en este lugar que pueda ayudarme, lo único que me queda por hacer es llorar la ausencia y controlar mi propio miedo antes de que me controle a mí. Intento seguir las recomendaciones de mi antigua psiquiatra, pero las respiraciones lentas me parecen imposibles, todo a mi alrededor se cierra sobre mí y cada que pasan los segundos me siento más asfixiado, más aterrado y muerto. Nada se detiene hasta que encuentro la manera de aguantar la respiración y, lentamente, vuelvo a quedarme dormido, lleno de pánico y volviendo a las pesadillas recurrentes que no se detienen jamás, ni siquiera al despertarme.
Al abrir los ojos de nuevo me encuentro solo, pero con la sensación de acompañamiento.
—¡Jackson Willbourn!
Cierro los ojos con un sentimiento espantoso de pesadez al escuchar su voz y me levanto de la cama para salir a recibirla, esa era la sensación de acompañamiento que no deseaba.
—Buenos días.
Mónica hace las cosas de buena fe, en verdad quiere ayudarme trayendo comida a mi departamento porque sabe que no he salido hace siete días, pero me ayudaría mucho más si solo me deja sobrellevarlo por mi cuenta, llorar sin que nadie me vea.
—Que carita —pone las manos en jarra—. ¿Dormiste bien?
—No realmente.
Me acomodo en uno de los bancos que Mónica limpia y muevo una lata de elotes entre mis dedos.
—¿Quieres acompañarme al ultrasonido de hoy?
Su panza cubre la mayor parte de mi vista, tiene solamente cuatro meses de embarazo y luce como si llevara dos bebés de siete meses.
—No.
—Jack.
—No quiero ver a tu bebé —resoplo, cansado de repetirle lo mismo—, me dan miedo los ultrasonidos.
—Lo sé, pero no logro entenderlo.
—¿Miedo o ultrasonido?
—Miedo —gira los ojos, seguramente harta de mí.
—Sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea —suspiro, mirando la etiqueta de la lata—, al menos en mi caso.
—Deja eso —me arrebata la lata— y también la cosa de memorizar definiciones de Google.
—No te gusta que sea el más listo de la habitación —bromeo.
—El más listo de la habitación es Alexander —señala su barriga con la mirada.
—¿Le vas a poner Alexander a tu bebé? —trato de no lucir decepcionado.
—Lo he estado pensando —toca su vientre con cariño—, solo le faltan cinco meses y quiero estar preparada —se gira para continuar acomodando los víveres que no pedí en mi alacena—, Jonah...
—¿Jonah es el padre?
Se gira a mirarme de nuevo, esta vez con una caja de galletas abierta.
—Todavía no lo sé —muerde una de las galletas —, mi madre sigue sin querer que hagamos una prueba.
El embarazo de Mónica, al igual que todo en su vida, se dio por error, pero a diferencia de las demás cosas, abrazó su error con mucho cariño y se dio a la tarea de informar a las dos personas involucradas que estaban a punto de convertirse en padres, con el único detalle de que no había manera de saber cuál de ellos era, al menos no una que aprobara su neurótica madre conservadora y controladora.
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Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)
RomanceAbby lo quería, de eso estaba seguro, pero hacía muchos años que había dejado de sentir la chispa que ahora sentía por otro y eso lo asustaba, cada vez que despertaba estaba aterrado, siempre aterrado de que alguien más tomara su lugar. Jack estaba...