24. Larga historia

11 2 0
                                    

Harriett

—No lo entiendo —meto una gran cucharada de nieve a mi boca—, ¿por qué no se quedan juntos?

—Ese es el chiste de la película, Harriett, son dos personas que pusieron sus sueños antes que...

—Solo me la pusiste para que siguiera luchando por ser actriz, no te hagas la víctima de esto.

—Serías una excelente actriz.

Llevo una semana saliendo con Cory y todavía no definimos lo que somos, pero hemos visto miles de películas románticas en su departamento, cenamos en el mío, habla con mis amigas, conozco a los suyos, me invitó al día de acción de gracias con su familia y estoy tan asustada que, cada vez que estoy cerca de él, sudo tanto que termino en el techo del edificio hablando con Jack, quien por fin ha salido con Olivia, la llevó a la fiesta de aniversario de sus padres y si, también la ha invitado a día de gracias con sus amigos.

—Claro que lo sería.

Estamos en un helado martes veinticuatro de noviembre, hemos terminado de ver Lalaland y tengo un enorme tazón de palomitas frente a mí que no he podido comer porque, según Natalie, soy la persona más escandalosa al comer y no me gustaría arruinar las cosas con Cory cuando apenas están iniciando.

—¿Ya fuiste a la audición de esa serie?

—Si, pero no me darán el papel.

—¿Cómo estas tan segura?

Si, el día de la audición lo arruiné tanto que conseguí un día entero sin sueldo en el restaurante, lo que me dejó con una deuda de quinientos dólares con Lara, que mañana me dejará con una deuda de setecientos dólares al banco, en estos momentos me encantaría ser una de esas señoras casadas con hombres ricos que usan pantaloncitos de yoga, conducen una minivan y su única preocupación es cuidar de sus preciosos hijos, ese sueño se ha vuelto más grande que el de ser actriz.

—Confundí mis diálogos, me pidieron acento estadounidense y soné como una imitación del acento británico —entrecierro los ojos—, y no sé cómo lo hice.

—Seguro les encantaste.

—La directora me pidió un sándwich.

—Genial, ¿se lo llevaste?

—Con mayonesa —asiento.

—Lo siento, querida.

—Está bien, siempre habrá más oportunidades y... —suspiro—. Ser mesera es lo máximo.

Mi teléfono suena justo a la hora de siempre, lo que me saca una enorme sonrisa.

—Debo irme.

—¿Te recojo el jueves a las cinco?

—¿El jueves? —arrugo la frente.

—El jueves es día de gracias.

—Oh... sí, si —le sonrío—. El jueves.

—Genial, nos vemos.

Me da un beso en los labios y yo salgo de inmediato del lugar, camino hasta el techo y le devuelvo la llamada a Jack.

—Buenas noches.

—Adivina que.

—Debes dejar de decir eso cada que hablamos.

—Adivina.

—No, dime.

—Me.

—Te voy a colgar.

Bien, bien —sé que puso los ojos en blanco, casi puedo escucharlo—, Blake decidió no hacerlo.

Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora