27. Matrimonio

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Olivia termina de arreglar la mesa mientras leo la misma revista de todas las mañanas, la misma edición Vogue en la que mi madre aparece cada dos páginas con nada más que halagos hacia su ropa, recuerdo haber comprado cincuenta revistas el día que salió y corrí al trabajo de mamá a decirle lo feliz que estaba, desde entonces he leído la misma revista cada mañana.

Olivia se sienta frente a mí y me sonríe. Desde lo sucedido en nuestra última cita habíamos hablado solamente dos veces hasta el día de gracias, cuando llegué a casa y la encontré esperándome, después de eso solo ha sido felicidad, risas y besos.

—¿Me pasas la sal?

Estiro la mano y le doy la sal, es entonces que me siento como en un matrimonio. No sé si eso me alegra o me asfixia, solo sé que no quiero perder esa sensación.

—¿Quieres salir esta noche?

Cierro mi revista y asiento con una sonrisa, antes de esta noche habíamos pasado tres días sin vernos debido a que las grabaciones de Blood la mantienen más ocupada que antes gracias a la nueva locación.

—¿A dónde quieres ir?

—Estaba pensando en... —se muerde los labios— ¿conocer a mis padres?

Abro la boca sin saber que decir, así que la cierro cuando me doy cuenta de lo idiota que me veo.

—Bueno...

—No tienes que hacerlo si no quieres —sonríe—, era una sugerencia.

—No es que no quiera —me rasco la frente.

—Pero... —se inclina un poco.

Ella sonríe mostrando su perfecta dentadura, lo que siempre me pone algo nervioso, desde el día en que la conocí, creo recordar.

—Iremos —tomo su mano—, será divertido.

—Genial.

Es tiempo de pasar la página, después de tanto tiempo de lo ocurrido con Harriett, por fin decido que es tiempo de pasar página.

Harriett

Dejo los últimos platos de mi turno en la mesa correspondiente y, extrañamente, me irrito cuando no me agradecen, por fortuna el reloj marca las cuatro, así que me quito el mandil tan rápido como me lo permiten mis dedos y lo lanzo a la bodega para poder irme lo más rápido posible, pero no lo logro, el señor Scott se interpone en mi camino con su enorme sonrisa.

—Harriett.

—Señor —le sonrío—, disculpe, pero tengo...

—Aquí dice que hoy tienes horas extra —mira su maldita libreta.

—¿Disculpe?

—Dos horas —asiente con la cabeza—. Sales en dos horas.

—Okey, ¿me las pagará? —parece sorprendido y se queda callado.

Tengo tanto estrés encima que mi boca se suelta como si no tuviera sentido del control, simplemente me salen las palabras que he guardado los últimos tres años.

—Porque si me las pagará, me quedo con gusto —alzo los brazos y los dejo caer en mis caderas, exasperada—. Estoy tan harta de que me explote —lo señalo—, laboral y emocionalmente porque trabajar aquí es... —niego con la cabeza y tomo una pésima decisión—. Renuncio, vendré por mi paga mañana.

Salgo del lugar con la frente en alto, hasta que llego a la esquina y me doy cuenta de la estupidez que acabo de hacer, renuncié a mi única fuente de ingresos, tengo 50 dólares en el banco, muchísima ropa inservible que compré gracias al maldito Black Friday y dejé ir a quien podría ser el amor de mi vida con quien podría ser la mujer más hermosa e interesante que he conocido.

Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora