10. Silencio

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20 de Octubre

El sonido se vuelve silencioso, el eco de las voces a mi alrededor se han vuelto pitidos incesantes de silencio, ellos se mueven demasiado rápido, no puedo alcanzarlos, no puedo moverme, no puedo respirar.

—Jack —alguien murmura a mi lado.

Trato de mantener mis respiraciones calmadas, trato de continuar respirando, de no morir, pero me es imposible, solo quiero morir. Camino como puedo, me pesan los pies, quiero vomitar, llego tambaleándome a la primera habitación que encuentro, empujo la puerta con el pie y la azoto cuando estoy dentro.

Ella se fue, realmente se ha ido, corrió con ese enorme vestido lejos de mí, me miró a los ojos y dijo que no me amaba, mi peor pesadilla se acaba de volver realidad y no puedo respirar, ella me abandonó el día que íbamos a prometer estar juntos toda la vida, ella se fue y no volverá, pienso que es un sueño por cinco segundos hasta que me doy cuenta de lo mucho que duele la realidad.

Me siento en un sofá de la habitación e intento respirar, en verdad lo intento, saco aire por la boca, inhalo, exhalo, me repito una y otra vez que no es mi culpa, pero todo a mi alrededor grita que lo es, que todo siempre es mi culpa.

—¿Jack?

Giro la cabeza hacia la persona que entra a la habitación y al ver a Mónica me pongo a llorar como un bebé.

—Se fue —consigo decir, en un hilo de voz—, me dejó.

Ella se queda parada frente a mi sin decir nada, mira el suelo y después a mí.

—Lo siento...

—No puedo... —intento soltar aire, pero no lo consigo— no puedo respirar.

Me giro de nuevo hacia la pared y veo su pequeña mochila purpura con la ropa que llevaba cuando llegó a la iglesia, aquí se arregló, aquí estuvo, aquí lloró. Cierro los ojos con dolor y suelto millones de lágrimas, estoy muriendo.

Abby se fue y no puedo respirar, no me puedo mover, no puedo dejar de llorar, de sobre pensar, no puedo dejar de imaginarme muriendo, de verla en mi mente una y otra vez corriendo, mirándome con ese gesto en su rostro.

Abro mi mano y observo el anillo azul que me dio antes de irse corriendo, su ramo en el suelo, el espejo volteado, la habitación vacía, todo pasa por mi cabeza como leves destellos de recuerdos, quiero vomitar y quiero llamarla para rogarle que no me deje, para jurarle que puedo cambiar, que no puedo vivir sin ella, pero corro hacia el baño de la habitación y vomito lo que ni siquiera he comido, vomito tanto que cuando estoy de vuelta en el mundo real, Mónica está sentada en el sofá mirando el ramo. Me siento en el suelo con la espalda recargada en la taza y continúo llorando su ausencia.

—Iba a atrapar el ramo —susurra riendo con tristeza.

La miro y me motiva a ponerme de pie, saco mi teléfono para llamarla y rogarle, pero el sonido de su tono de llamada suena aquí, entonces me doy cuenta de que su celular está en la mesa y lanzo el mío contra la pared.

—Jack —ella se levanta.

Lloro al ver el celular hecho añicos y me dejo caer en el suelo con una mano en el pecho, Mónica se arrodilla junto a mí y me abraza, sé que trata de reconfortarme, pero solo deseo estar solo y gritar hasta quedarme sin voz.

—Se fue —repito sollozando.

—Lo sé, cariño —acaricia mi cabello.

—No puedo... —tomo aire— no puedo respirar.

Ella me suelta y yo me alejo, pateo la mesa para tener más espacio y continúo llorando sin saber que más hacer, no puedo volver a casa, no puedo ir al departamento que compré para ella, no puedo existir.

Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora