9. Pánico

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Harriett

Cuando me despierto antes de mi hora usual, me quedo un gran rato mirando el techo, a veces pienso, a veces trato de poner mi mente en blanco, a veces lloro, pero la mayor parte del tiempo me limito a existir, la mayoría de las veces me siento vacía, sin tristeza, sin alegría, sin ira, sin terror, sencillamente vacía, eso es peor que la tristeza, es como una pena infinitamente vacía por dentro, a veces me deja pensando en todo lo que me mantiene triste y en absolutamente nada al mismo tiempo, es como si ya no fuera yo misma, como si el accidente me hubiera robado algo más que a mi hermana, también una parte de mi alma.

Con el tiempo, me vuelvo a quedar dormida, cierro los ojos y despierto cuando ya es tarde, esta vez no es la excepción, me despierto a las nueve, me levanto de la cama de un brinco para entrar a la regadera, me baño de prisa, lavo mi cabello, vuelvo a salir con la misma velocidad, pongo la toalla alrededor de mi cuerpo y cepillo mi cabello frente al espejo del baño, todo lo hago conforme mi cerebro me dicta, como una lista en mi mente, saco la secadora del cajón de abajo y la conecto al enchufe debajo del espejo, pero no resulta como quiero, una chispa sale del enchufe y la luz se apaga después de mi estruendoso grito.

—Demonios —miro mis manos para asegurarme de estar bien.

Ninguna quemadura.

—¿Harriett?

Suelto un grito de frustración y bajo la cabeza.

—¿Todo bien?

—Si —resoplo—, creo que debo pagar el arreglo de la luz.

—De todo el edificio —comenta Lara entrando al baño.

—¿Qué?

—Se fue la luz en todo el edificio.

Estoy a punto de preguntar como sabe eso, pero una voz conocida me interrumpe.

Creí que era solo mi casa, estaba a punto de llamar al servicio eléctrico para rogarles —es Cory, con su característico tono divertido.

Harriett destrozó la luz del edificio completo —informa Caitlyn.

—No puede ser —me veo al espejo.

Tengo el cabello empapado, una toalla me cubre el cuerpo y entro a trabajar en cinco minutos, desearía morirme.

—¿Le digo que se vaya?

—No —resoplo, pero me callo cuando me doy cuenta de lo espantoso de esta situación—. Entro a trabajar en cinco minutos.

—Cámbiate —sonríe—, le diré a Cory que te lleve.

—Tengo el coche.

—¿Coche tu sola o coche con ese bombón? —me quedo callada— Iré a decirle.

—Lara.

Sale antes de que intente detenerla y solo escucho la conversación que tiene.

Oye, chispita —lo llama.

Hola, Lara, ¿hoy me odias?

Estoy enferma para odiarte —finge tos y me río bajito—, sería de gran ayuda que llevaras a Harriett al trabajo por mí.

Seguro.

Al escuchar su voz me muevo como idiota por todo el baño y me golpeo la frente en la puerta de la regadera, lo que ocasiona un ruido estruendoso.

—¡Maldita sea! —no puedo contener el grito.

—Harriett —Lara vuelve al baño—, ¿Qué diablos haces? ¡Vístete!

Cuando Un Infinito Termina (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora