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ÁMBAR

Abro los ojos de golpe. He tenido una pesadilla. Lo que me faltaba ahora, pesadillas. Genial.

Alguien llama a la puerta. Me levanto medio dormida y tropiezo con las sábanas. Me acerco a la puerta y la abro de un tirón para encontrarme con Jack mirándome preocupado.

Pongo mala cara y le cierro la puerta en las narices, o al menos lo intento porque la para con las manos antes de que cierre del todo. Me doy la vuelta para mirarlo a la cara.

- ¿Qué quieres ahora? -

- ¿Estás bien?- me quedo perpleja por la pregunta.

- ¿Qué?-

- No sé, dime tú, estabas gritando.- dice acercándose a mí. Doy un paso hacia atrás.

- He tenido una pesadilla, sólo eso.- musito.- Ahora, después de fingir que te importo, te invito a irte.- me mira con mala cara.

- ¿Por qué eres así de borde?

- Yo solo soy borde con la gente que lo es conmigo. No es que tú te hayas portado genial conmigo.- le digo cruzándome de brazos.

- Para de comportarte así conmigo.- dice acercándose a mí.

- Ya veremos.- digo sonriendo.

Él sonríe de vuelta y bosteza.

- ¿Qué hora es?- pregunto.

- Las dos de la madrugada.- dice. Ahora me doy cuenta de cansado que parece. Con todo el pelo revuelto y el pijama puesto, una camiseta gigante y unos pantalones de patitos. Suelto una carcajada.

- Bonitos pantalones.- digo sonriendo. Baja la mirada y niega con la cabeza.

- ¿Envidia?- dice. Arrugo la nariz.

- No la verdad. Prefiero los pantalones de ranitas, los osos panda también están bien.- se ríe.

- Bueno, deberías dormir. Yo me voy a hacer un café. Adiós.- dice. Antes de que pueda decir nada sale por la puerta.

No me quiero dormir para volver a tener otra maldita pesadilla. Voy al baño. Me doy una ducha de agua caliente muy larga, más de lo normal. Salgo envuelta en una toalla y me acerco al armario. Para mi sorpresa hay ropa. Cojo unos pantalones cortos negros y una camiseta de tirantes verde militar.

Salgo de mi habitación en calcetines rosa fosforito y me voy a la cocina a por café también.

Abro la puerta y veo a Jack con una taza humeante de café sentado en una silla.

- He venido a chorizarte el café.- digo con una sonrisa cansada. Él asiente sin levantar la mirada.

Cojo la cafetera y lleno una taza. Me siento en frente suyo y empiezo a beber a sorbitos el café.

- ¿Cómo os distéis cuenta de que teníais poderes?- pregunta levantando la cabeza.

- Un día cualquiera, mi mejor amiga y yo fuimos a dar una vuelta al casco antiguo de mi ciudad. Cuando pasábamos por un callejón oscuro, nos atacaron unos tipos armados. Me defendí, y por arte de magia (nunca mejor dicho), quemé a uno de ellos. Ni siquiera sabía que podía hacer eso.- digo tomando otro sorbo de café.

- Pues si os encontraron y atacaron, es que os estaban buscando.- dice pensativo.

- Eso ya lo sabemos. Nos buscan los yezhees.- se le borra la sonrisa de la cara.

- ¿Por?-

- Ni idea. Eso me gustaría saber a mí.- nos quedamos en silencio.

- Voy a vestirme, dentro de diez minutos te estaré esperando en la puerta de tu habitación. Vamos a hacer algo entretenido. - dice con una sonrisa pillina en su cara. - Más vale que no llegues tarde. - Asiento tomándome el último trago de café.

Ámbar y MelaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora