Capítulo 3

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Mew

Feliz cumpleaños a mi.

Decir que Mew estaba emocionado por el Baile Anual de los Nobles -y su cumpleaños- sería mentir. Eran tres celebraciones en una sola y el chico se sentía sofocado ante tanta presión. Sus pensamientos iban a mil por minuto, ocasionando que un dolor punzante se instalara en su sien.

No había tiempo ni espacio para errores: debía impresionar a los nobles, atender a las omegas que querían convertirse en su futura esposa, Reina y Luna de Tailandia, y celebrar el día de su nacimiento.

Otra celebración sin mamá, pensó.

Habían pasado casi diez años desde la muerte de su madre pero el recuerdo seguía latente en su mente. Y, evidentemente, era mucho más fuerte en un día tan especial. Mew no se mentía a sí mismo: él sabía que su madre era, en gran medida, la razón por la que accedió a todo ese circo. Y también por la que, casi por inercia, su cuerpo se movió y se puso en pie para empezar a prepararse.

Su mente accedió a darle a su padre lo que quería, y todo empezaba por pequeñas acciones: escoger el look de la gala, recordar las palabras de bienvenida que daría y aceptar, con buena cara, todos los obsequios y felicitaciones que le otorgarían hoy.

Por eso, cuando escuchó el sonido de las trompetas, no dudó en salir a presentarse con su padre quien ya se encontraba en el Ala donde sería el baile. Aún no llegaban los nobles pero el ambiente estaba cargado de tensión por los preparativos. Los sirvientes corrían de un lado a otro llevando y trayendo objetos para la decoración, comida, bebida y entre otros que harían de la velada una perfección.

No había aroma de feromonas en el ambiente salvo el suyo, quien aún no había ingerido la píldora inhibidora.

—Hijo mío, luces increíble—dijo su padre cuando lo vio llevar.

Mew llevaba puesto un traje color negro azabache con destellos dorados, y en cada manga portaba el escudo del Reino: un gran sol en el medio, dos leones a los lados y unas palabras en tailandés primitivo que significan honor y clase.

—Gracias, Phor—musitó el chico, realizando una reverencia a su papá.

No dudaron en charlar brevemente sobre la presentación de las omegas, cuestión que por supuesto interesaba a Su Majestad al tratarse de su futura nuera:

—Las omegas son demasiadas, Phor. No sé cómo esperas que las conozca a todas hoy.

—Lo harás hijo. Tendrás un momento a solas con cada una de las omegas de cada villa tailandesa. Se lo prometimos al reino y...

—Y debemos cumplir—Interrumpió Mew, reprimiendo con todo su ser voltear los ojos ante su padre. Después de todo es el Rey.

Suspirando, su padre rodeó sus hombros con su brazo, haciendo que el menor se encorvara un poco para quedar a la altura de su progenitor.

—¿En serio no sucedió nada ayer? ¿No hay ninguna que haya llamado la atención de tu alfa?

—Papá no hay ninguna que...

Pero justo en ese momento, las fosas nasales de Mew se inundaron con el aroma más rancio y marchito de todos. Era un olor a naranja podrida y a jazmines sin vida.

Mi omega—La voz de su alfa brotó desde sus entrañas y el corazón de Mew inició una carrera —Peligro.

Quitando violentamente los brazos de su padre de encima, Mew se dejó guiar por su olfato súper desarrollado y corrió en dirección al olor que, de repente, se empezó a convertir en uno más agradable. Era el olor a un omega excitado. A uno que estaba a punto de entrar en calor.

The Omega's Power: A MewGulf AU [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora