Capítulo 33

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Mew

Parecía ser una firma como cualquier otra. Un papel blanco convertido en documento legítimo gracias al sello de la Familia Real tailandesa lo volvía algo sagrado, pero era la misma firma. Aquella que había practicado con su mamá desde que tenía uso de razón, y la que su padre ayudó a perfeccionar una vez tuvo una edad considerable.

S.A.R Mew Suppasit Jongcheveevat.

Bright había insistido en que se siguiera el protocolo. Junto a Win, los alfas habían construido el decreto que, en ese momento, Mew firmaba con la confianza de que significara el final de la inminente guerra. Su corazón entero se encontraba volcado en dicha solución: traer guardias para preservar el orden en el Reino; sabios que ayudaran en la reconstrucción del tejido social y médicos que estuvieran atentos ante cualquier emergencia que se presentara.

Parecía un plan de oro.

O al menos de eso se convencía Mew.

Gulf no estaba a su lado. Desde que despertó, el príncipe había decidido dejar que su omega se recuperara de lo que había sido la decisión más arbitraria y apresurada de su vida: marcarlo. Lo vio ahí, durmiendo plácidamente con su cuello al descubierto, una vista que se le tornaba tentadora pero su culpa no le dejaba disfrutar del momento.

Sabía que para el omega no había mayor compromiso por parte del alfa que compartir lazo. Marcarlo, reclamarlo y hacerlo suyo era una especie de requisito que todos debían cumplir para que su pareja se sintiera seguro. A decir verdad, ¿qué alfa no querría estar cien por ciento atado a su omega?

Pero Mew sabía que en el fondo no había actuado motivado por esa necesidad visceral de hacerle ver al mundo que Gulf era suyo. Había algo más que le disgustaba, algo por lo que sus entrañas le indicaban que debía hacerlo. Una obligación de mantener seguro a su omega...y quizás, a su cachorro.

No lo había consultado con Min, quien según la servidumbre de Palacio había recibido el recado, ni tampoco con otro médico de Palacio. No hacía falta, pero el príncipe se quería cerciorar. El aroma de Gulf había cambiado y parecía una mezcla entre el suyo, chocolate y menta, y el siempre delicioso aroma de la naranja con el jazmín.

Su omega se encontraba en estado.

De repente, imágenes de Gulf recostado bajo un naranjo, con su pancita abultada en exposición, recorrieron su mente. Era algo sutil, nada erótico sino más bien todo lo contrario: una imagen que Mew adoraba y que, seguramente, haría realidad una vez el abdomen de su omega creciera. Fue allí cuando un cosquilleo muy delicado se posó en su estómago haciendo que Mew le prestara más atención de la debida.

Una pequeña sonrisa se posó en sus labios. Era la marca haciendo efecto. Era el lazo por fin manifestándose.

Mew, Mew, Mew, Mew. Amor.

Mew jadeó.

—¿Todo bien, Mew?—Bright lo miraba con confusión.

—Todo excelente—replicó el chico volviendo a sus pensamientos

Esos, sin duda, no eran sus pensamientos. A ese punto, el príncipe sabía que su omega necesitaría ayuda para manejar esta nueva manera de comunicarse, así que debía apresurar sus obligaciones reales para hacerle paso a sus pendientes de pareja.

Nos vemos en nuestra habitación, pensó Mew haciéndole saber a su omega que se reunirían pronto. No esperó respuesta pues estaba seguro de que Gulf le había entendido.

***

Las manos del alfa se posaron en la suave casi-plana pancita del omega. Aún no era tan abultada como en sus pensamientos, pero su cachorro ya se encontraba en camino. Estaba ahí y para el príncipe era como rozar la gloria.

The Omega's Power: A MewGulf AU [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora