Marco abrió los ojos con pereza y miró a su alrededor. Además de la boca pastosa, también sentía el cuerpo como si hubiera dormido durante días en un colchón de plumas, lo que distaba mucho de la realidad. Para su desilusión, nada de todo aquello había sido un mal sueño. Allí estaba y allí seguiría. No obstante, había descansado bien y se sentía mejor.
Tarquinius estaba ejercitándose algo apartado de ellos, levantando con ambas manos una roca pesada por encima de su cabeza que luego dejaba caer al suelo por detrás de su espalda. Una y otra vez. Por su lado, Flavia, quien destacaba por el reflejo de los primeros rayos de sol sobre sus cabellos dorados y revueltos, hurgaba entre sus rizos para sacarse los pedacitos de pasto que le habían quedado adheridos entre ellos en un vano intento por lucir presentable.
Por pura costumbre, Marco trató de acomodarse el nido de aves que llevaba por cabellera y luego se sacó las lagañas secas que se le habían formado en los lagrimales.
—Buenos días...
Flavia le sonreía.
Marco la miró, y sin darse cuenta, llevó sus ojos hacia Tarquinius, para volver a ella un segundo más tarde. Le sonrió a su vez con timidez.
—Buenas... —Estiró sus brazos—. ¿Hoy hará lindo clima, no crees? —«¡Uh! Saqué la charla de ascensor...», pensó—. Quiero decir... que nos tocó un lindo día. —Forzó una tos—. ¿Cómo dormiste?
—Muy bien, gracias, ¿y tú?
Flavia se levantó y se alejó unos diez pasos bajo la atenta mirada de Marco.
—Bien. Creo que muy bien, por cierto.
—Estupendo... nos espera un largo día. —Se puso en cuclillas y comenzó a orinar. Marco vio el potente chorro que caía sobre el pasto debajo de ella y que le salpicaba los pies y miró hacia otro lado avergonzado—. Caminaremos la mayor parte del día.
—Ojalá que no —respondió Marco con total sinceridad. Con un poco de suerte, solo serían unas horas. Hasta poder dar con alguien.
Flavia se puso de pie y se llevó las manos a la cintura mirando a Marco con el ceño fruncido.
—¿Estás seguro que eres de Hispania? No pareces muy... resistente. Tienes más pinta de noble que otra cosa.
—Créeme, en verdad lo soy. —Marco no pudo evitar llevar la vista hasta los pies de Flavia, donde unas diminutas gotas brillantes se iban secando al sol sobre la piel de ambos empeines—. Quiero decir, que soy de Hispania, y también soy resistente.
Y en parte era cierto, cuando jugaba al fútbol con sus amigos, era de los que más corría.
—Se nota... —comentó Flavia en tono irónico.
Marco se sintió ofendido. No le parecía justo tener que convencer de su condición de hombre valeroso a aquella mujer desconocida.
—Claro que si me comparas con él —dijo a la defensiva, señalando a Tarquinius con la cabeza—, cualquiera te va a parecer un blandito.
—¿Un blandito?
Flavia soltó una carcajada. Marco no supo si había expresado bien lo que quería decir o si a ella solo le hacía gracia la palabra. Le sonrió de compromiso.
—¿Estamos listos? —preguntó Tarquinius acercándose a ellos. Miró a Marco; su torso y espalda rojizos por el sol le hizo torcer el gesto—. Te recomiendo que lleves la manta sobre tus hombros, Marco. Marco... ¿Cuál es tu apellido?
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Sevillano
Historical FictionMarco, un joven sevillano apasionado por la historia y a punto de recibirse de profesor en la materia, despierta en la Roma de Publio Cornelio Escipión: uno de los personajes históricos que más admira y de los que más conoce. Situación que lo maravi...