Cris (27)

25 4 0
                                    

Cuentanse bravas historias de hombres
Hombres que ignoran sus dolores
Bravos hombres de rojo que salvan señores
Hombres que visten de rojo para cubrir la sangre de sus dolores.

Misterioso enmascarado
Asecha la trajedia
Cuidanse entre ellos familias heridas
Ponen sus vidas al fuego para salvar vidas.

Llamadas funcionan
Tensan y comentan
Cuelgan por inercia
Mantienen la incistencia

Concreta el oso sueños e historias
Divisa lejana ya su memoria
Recuerda ahora la antigua historia
Se ahoga su vista
Quizás no exista
Quizás persista
Quizás sea tarde.

-Hola tío, estoy aquí otra vez...- saludó un moreno alto sin recibir respuesta y se acercó al mostrador del lugar- oi... tio...- pronunció en portugués y vió a un hombre de mediana edad dormido.

Fornido como un roble y de piel oscura estaba sentado el hombre con las manos en la nuca y un enorme gorro cubriendole el rostro, se notaba relajado y a Cris le dio pena despertarlo, su tío era una persona increíblemente interesante, y dirigía una de las pocas zonas de práctica de tiro de la región, estas zonas eran escasas y siempre debían tener un riguroso registro de armas, así como de la entrada y la salida de quienes asistieran.

-Voy a pasar- dijo nuevamente en portugués más por costumbre que por avisar.

Al entrar al salón trás el hombre dormido, había un inmenso repertorio de chalecos antibalas con diferentes tallas y colores variantes entre el azul y el negro, hasta aveces verde, tomó uno de su talla y lo ajustó a su cuerpo para que quedara ceñido, al tiempo se calzó unas gafas y un buen par de tapones grandes de oído para evitar maltratarlos. Caminó por la siguiente puerta donde había un pasillo lleno de armas, al inicio se podían ver pistolas, armas sencillas, seguían algunos cuchillos para lanzar, algunos francotiradores y un par de escopetas, las armas más peligrosas y de mayor ráfaga se guardaban con llave y pocas personas tenían acceso a ellas, aunque no le interesaban demasiado, sabía ocuparlas y realizarles mantenimiento, conocía el peso y podía cargarlas, las que si le interesaban eran las bellezas que estaba tomando, un par de pistolas negras preciosas, las adoraba, eran del peso exacto y parecían acoplarse a sus manos.

-Creí que ya no venías hoy- dijo un hombre anciano en portugués desde el final del pasillo, su piel también morena lucía algunas manchas mas oscuras por la edad, mientras el cabello blanco corto estilo militar lo hacía parecer alguien de respeto.

-Hola abuelo- saludó en el mismo idioma con una sonrisa.

-¿Aun vas a usar solo esos juguetitos?- preguntó el anciano riendo- te quedaría excelente un...

-Me gustan estas, cómodas y portátiles- respondió interrumpiendolo sin prestar atención mientras tomaba municiones y las guardaba en el chaleco- voy a la zona 22- continuó mientras caminaba hacia él derecho.

-¿No te gustaría probar un campo más amplió?- preguntó el hombre haciéndose a un lado, erguido probablemente habría sido más alto que Cris, pero reposaba su cuerpo en un bastón de madera pulida- te entrené para que pudieras disparar a larga distancia hijo.

-Por eso no lo necesito vovô- le respondió tranquilo- me manejo a media distancia también, y siendo sincero me gustan las armas, pero prefiero el boxeo- el hombre rió derrotado.

MaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora