3 Fuera de tiempo

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   Bajo el globo caen los copos.
   Ante los ojos de mi memoria, sobre la mesa de la señorita, mi maestra hasta la clase de los mayores del señor Servant, se materializa la pequeña bola de cristal. Cuando nos habíamos portado bien, se nos permitía darle la vuelta y sostenerla en la palma de la mano hasta que cayera el último copo al pie de la torre Eiffel cromada. Aún no había cumplido siete años y ya sabía que la lenta melopea de las pequeñas partículas algodonosas prefigura lo que siente el corazón durante una gran alegría. La duración se ralentiza y se dilata, el ballet se eterniza en la ausencia de obstáculos, y cuando se posa el último copo, sabemos que hemos vivido ese instante fuera del tiempo que
es la marca de las grandes iluminaciones. A menudo, de niña, me preguntaba si estaría a mi alcance vivir instantes semejantes y hallarme en el corazón del lento y majestuoso ballet de copos, liberada por fin del tedioso frenesí del tiempo.
   ¿Es eso acaso, sentirse desnuda? Libre el cuerpo de el espíritu no se libera sin embargo de sus aderezos. Pero la invitación del señor Ozu había provocado en mí el sentimiento de esa
desnudez total que es la del alma sola y
que, nimbada de copos, provocaba
ahora en mi corazón una suerte de
deliciosa quemazón.
   Lo miro.
   Y me zambullo en el agua negra,
profunda, helada y exquisita del instante fuera del tiempo.

La elegancia del erizo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora