Recuerdo esa lluvia de verano. Día tras día, recorremos nuestra vida como quien recorre un pasillo.
Acordarme de la comida para el gato... ha visto mi patinete es la tercera vez que me lo roban... llueve tanto que parece que es de noche... tenemos el tiempo justo la sesión es a la una...
quieres quitarte el impermeable... taza
de té amargo... silencio de la tarde... quizá estemos enfermos a fuerza de tener demasiado... todos esos bonzos que regar... esas ingenuas que no son más que desvergonzadas... anda está nevando... y esas flores qué son... pobre animalito se iba haciendo pipí por todos los rincones... cielo otoñal qué tristeza... los días acaban tan pronto ya... a qué se debe que el olor de la basura llega hasta el patio... sabe todo llega a su hora... no no los conocía especialmente... era una familia como las demás aquí... parece flan de azuki... dice mi hijo que los chi nos son intratables... cómo se llaman sus gatos... podría recibir y firmar en mi nombre la ropa del tinte...todas estas
navidades estos villancicos estas compras qué cansancio... para comer nueces hace falta mantel... cáspita le moquea la nariz... ya hace calor y ni siquiera son las diez... corto champiñones en rodajas muy finitas y nos tomamos el caldo con los champiñones dentro... deja tiradas las bragas sucias debajo de la cama... habría que volverlos a tapizar...
Y entonces, lluvia de verano. ¿Saben lo que es la lluvia de verano?
Primero la belleza pura horadando el cielo de verano, ese temor respetuoso que se apodera del corazón, sentirse uno tan irrisorio en el centro mismo de lo sublime, tan frágil y tan pleno de la majestuosidad de las cosas, atónito, cautivado, embelesado por la magnificencia del mundo.
Luego, recorrer un pasillo y, de
pronto, penetrar en una cámara de luz.
Otra dimensión, certezas recién formadas. El cuerpo deja de ser ganga, el espíritu habita las nubes, la fuerza del agua es suya, se anuncian días felices, en un renacer.
Después, como a veces el llanto, cuando es rotundo, fuerte y solidario, deja tras de sí un gran espacio lavado de discordias, la lluvia, en verano, barriendo el polvo inmóvil, crea en las almas de los seres una suerte de hálito sin fin.
Así, ciertas lluvias de verano se anclan en nosotros como un nuevo corazón que late al unísono del otro.
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La elegancia del erizo
RandomLa elegancia del erizo es un pequeño tesoro que nos revela cómo alcanzar la felicidad gracias a la amistad, el amor y el arte.