¿De dónde viene la fascinación que
sentimos ante ciertas obras? La admiración nace ya desde la primera
mirada, y si después descubrimos, en la
paciente obstinación que empleamos en
desvelar las causas, que toda esa belleza
es el fruto de un virtuosismo que sólo se
revela al escrutar el trabajo de un pincel
que ha sabido domeñar la sombra y la
luz y restituir, magnificándolas, las
formas y las texturas —joya transparente del vaso, grano tumultuoso de las conchas, suavidad aterciopelada y clara
del limón —ello no disipa ni desentraña
el misterio del deslumbramiento primero.
Es un enigma siempre renovado: las
grandes obras son formas visuales que
en nosotros alcanzan la certeza de una
adecuación intemporal. La evidencia de
que ciertas formas, bajo el aspecto
particular que les dan sus creadores,
atraviesan la historia del Arte y, como
expresión implícita del genio individual,
constituyen todas ellas facetas del genio
universal es profundamente
perturbadora. ¿Qué congruencia hay entre una obra de Claesz, una de Rafael,
una de Rubens y una de Hopper?
Pese a la diversidad de los temas,
los soportes y las técnicas, pese a la
insignificancia y lo efímero de
existencias abocadas siempre a no ser
más que de un tiempo solo y de una
cultura sola, pese también a la unicidad
de toda mirada, que no ve nunca más que lo que le permite su constitución y sufre por la pobreza de su individualidad, el genio de los grandes pintores ha llegado al corazón del misterio y ha exhumado, bajo apariencias diversas, la misma
forma sublime que buscamos en toda
producción artística. ¿Qué congruencia
hay entre una obra de Claesz, una de
Rafael, una de Rubens y una de Hopper?
El ojo encuentra en estos maestros, sin
tener, que buscarla, una forma que
desencadena la sensación de la
adecuación, porque a todos se nos aparece como la esencia misma de lo Bello, sin variaciones ni reservas, sin
contexto ni esfuerzo. Pero, en la
naturaleza muerta del limón, irreductible a la maestría de la ejecución, que hacía surgir el sentimiento de la adecuación, el sentimiento de que así es como debían disponerse los elementos, que permitía sentir el poder de los objetos y de las interacciones entre éstos, abarcar en la mirada su solidaridad y los campos magnéticos que los atraen o los repelen, el vínculo inefable que los une y engendra una fuerza, esa onda secreta e
inexplicada que nace de los estados de
tensión y de equilibrio de la configuración, que hace surgir el
sentimiento de adecuación, la disposición de los objetos y los manjares alcanzaba ese universal en la singularidad: la intemporalidad de la
forma adecuada.
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La elegancia del erizo
OverigLa elegancia del erizo es un pequeño tesoro que nos revela cómo alcanzar la felicidad gracias a la amistad, el amor y el arte.