Capítulo 45

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14 de mayo. - 1976

La luz lo cegaba, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y sus ojos aún no se amoldaban a la escena.

Los pies de Roger caminaban con fuerza, pero se sentía flotar. El campo de flores que rodeaba su hogar estaba seco, las flores habían desaparecido, siendo reemplazadas por la eterna sequía que comenzaba a quitarle pedazos del corazón.
La forma en la que percibía la imagen frente a sus ojos se hacía pequeña con la retención de lágrimas que habían llegado desde el fondo de su corazón. Sus piernas se detuvieron por el crujir de las ramas secas bajo las suelas de sus botas, mientras que una pequeña vocecita le acarició los oídos.

- ¡Papá! - La voz chillona de un niño lo alertó. Con lágrimas en los ojos comenzó a caminar con más fuerzas hacia el frente de aquella casa que con mucho esfuerzo había transformado en un hogar.

- ¡No corras! - Los vellos del baterista se erizaron, reconocería esa peculiar y exquisita voz en cualquier rincón del mundo. - ¡Te vas a caer! - Volvió a exclamar Ciara.

Roger frenó en seco cuando por fin pudo divisar a Ciara en medio de tanta oscuridad. Su presencia se hacía notar en la puerta principal de la casa. Sus mejillas sonrosadas delataban que había reído hace poco y, su cabello alborotado dejaba en evidencia la leve brisa que ahora le acariciaba la piel.

- ¡Papá! - Volvió a gritar aquel pequeño mientras se hacía visible frente a los ojos azules de Roger. El niño pasó corriendo frente a sus ojos y él no lo entendió. Aquel niño de cabello castaño lo ignoró.

Sus pequeñas piernas corrían en dirección opuesta a él, sus bracitos se elevaban en el aire y su risa detonaba alegría.
Roger separó sus labios y la voz se le cortó. En su mente solo repetía lo que quería trasmitirle al niño pero nada salía de su boca, todo se quedaba atorado en su cabeza.

- Mamá preparó la cena, y es la que a ti te gusta. - Volvió a decir el niño. Roger busco a quien le hablaba el pequeño y su alma se fragmentó.
Chad caminaba en dirección a Ciara con el niño en sus brazos, los delgados brazos del menor se envolvían al rededor del cuello del hombre y murmuraba cosas sin sentido.

Los colores y cada fragmento de los recuerdos que Roger retenía, se esfumaron cuando el hombre de piel morena llegó hacia Ciara y la besó, justo frente a sus ojos, y por un instante su mundo se desplomó.

El sudor lo encontró y el dolor de su pecho se fue calmando lentamente cuando abrió los ojos y cayó en cuenta de que había sido una pesadilla.

Era de mañana y el sol irrumpía en la habitación salpicando con luz el espacio vacío a su lado. Roger ladeó la cabeza y pasó la punta de los dedos por sus somnolientos ojos. Con un movimiento rápido, destapó su cuerpo y apoyó los pies en el suelo, dejando que el frío lo llenara por completo. Dando rápidos pasos logró salir de la habitación y toparse de lleno con el pasillo que lo dirigía a las escaleras, ese pasillo que lo vio sufrir en silencio ahora colgaba una gran cantidad de fotografías de Ciara y él, mientras que por detrás escondían una dulce dedicatoria hecha por la castaña.

El sol parecía prestar mayor atención a su hogar, ya que cada extremo del lugar era salpicado por lo cálidos colores que éste le brindaba.

Roger atravesó el pasillo y con cada paso que daba un fuerte aroma a tocino comenzaba a llenar cada extremo de su sistema. El rubio, un poco asqueado, llevo su mano derecha hacia su nariz y la cubrió.
El embarazo parecía afectarlo solo a él, ya que Ciara se dedicaba a comer todo tipo de cosas. Tan así, que en las últimas dos semanas, Ciara había comido setenta y dos cupcakes de chocolate. Roger llevaba la cuenta porque era él quien debía salir a mitad de la madrugada a buscar algún sitio que venda aquellos pastelitos que mantenían vivos los antojos de su novia.
Mientras tanto, Roger se descomponía hasta con el más mínimo olor, todo le sentaba mal, todo le daba asco, a excepción de las uvas, podía pasar todo el día comiendo uvas sin hartarse.

Hold On (Roger Taylor) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora