Capítulo 40

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18 de diciembre. - 1974

Hay momentos que ocurren por mínimas alteraciones cotidianas. Hay veces en las que pequeños detalles que suelen ser insignificantes, pasan a tener un gran papel protagónico en las alteraciones del universo.

Un despertador que no sonó a su debido tiempo. Un vaso rompiéndose. Palabras escondidas en una oración. Un copo de nieve derritiéndose en el calor de manos equivocadas.

Pequeños detalles que alteran momentos, que retrasan encuentros e historias, que modifican vidas y acaban con otras.

Luego llega la noche. Tan fría, tan misteriosa, pero que entre los brazos de la persona indicada se vuelve cálida y deja de ser un misterio bajo el manto de la luz con la que te envuelven sus besos.

Aquel día había dado comienzo para algunos, mientras que para otros aún se mantenía en espera, con miles de sorpresas bajo la manga.

Freddie había sido víctima de su despertador. Ese pequeño aparato no había cumplido su función y logró retrasar al músico por cincuenta minutos. El hombre corrió fuera de la cama, sin tiempo de desayunar, ni de ducharse como solía hacerlo en las mañanas. Con nada más que un largo día frente a sus ojos.

Brian era conocido por su espléndida organización y por su intachable compromiso con la banda. Siempre se despertaba a las 8:00 am sin la ayuda de un ruidoso aparato, que a fin de cuentas lo único que conseguía era ponerlo de un humor de perros.

Aquella mañana no fue la excepción para el hombre de rulos. Si bien había despertado a la misma hora de siempre, un pequeño detalle volvía diferente su despertar. Una mujer. Sin embargo, no era cualquier mujer. Chrissie Mullen dormía plácidamente a su lado, con una respiración pausada y el cabello alborotado.

John Deacon había despertado simplemente a tiempo. Ni muy temprano, ni muy tarde. 8:30 am y el músico daba pasos perezosos hacia la cocina, dispuesto a preparar un simple desayuno antes de ir al estudio, para poder terminar un proyecto que estaba haciendo por su cuenta, pero que luego lo presentaría frente a la banda.

El menor de la banda respiró profundamente, dejando que la tranquilidad de la soledad que le brindaba la casa cuando Veronica pasaba la semana en casa de sus padres, le llenara el pecho.
El hombre no contaba con que aquella mañana un percance con su taza favorita lo retrasaría por unos cuantos minutos, haciendo que su mañana sea un poco más lenta, cosa que a él no le gustaba.
Sin querer, su codo golpeó la taza que contenía el té que estaba próximo a ser ingerido. La taza cayó, alterando ligeramente al chico, robandole nueve minutos de su tiempo para poder limpiar el desastre ocasionado.

A unos pocos kilómetros, en un lugar rodeados por la inmensidad de árboles desnudos, y cubierto por un campo de flores, las cuales gracias al frío ya no se dejaban ver, se mostraba una pequeña casa siendo salpicada por los rayos del débil sol que se presentaba aquel día.

Roger y Ciara estaban próximos a despertar. La habitación que los acogía estaba desordenada debido a las muestras de afecto de la pareja.

El mayor de la relación descansaba boca abajo, dejando una vista simple, su blanca espalda decorada por unos pequeños rasguños. Sus mechones dorados cubrían su rostro, impidiendo de una forma natural que el sol no interrumpa su sueño.

Ciara, había comenzado a abrir los ojos hace escasos segundos, dejando que la imagen del baterista completamente desnudo y dormido la devolvieran a la realidad que le pertenecía. No tuvo que esforzarse mucho para estar aún más cerca del cuerpo de su pareja, un suave movimiento fue necesario para que ella se sentara sobre el trasero de Roger y comenzará a repartir delicados besos desde la nuca hasta la mitad de espalda.
Sonrió un tanto avergonzada cuando notó aquellas peculiares marcas que le había regalado al rubio la noche anterior.

Hold On (Roger Taylor) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora