[ RECOMENDACIÓN: en 1.25 (1.5 si quieres más violencia) + Bucle ]
❂─────── ❂───────❂
Si alguien, en algún momento de su asquerosa vida humana, se creía que ver a un lobo en celo era la misma imagen que podría vislumbrarse en una película X de monstruos, estaba muy equivocado. Daba miedo. Auténtico pavor experimentar como su aroma se extendía como un dominio que intentaba aplastarte con la fuerza de la gravedad y, al mismo tiempo, te estaba llamando con la voz más falsa y aterciopelada hasta que bajaras la guardia y te clavara los dientes.
U otra cosa.
Sí, Jade era terriblemente sexy con o sin ropa, empalmado, furioso, pillo o con esas estúpidas gafas de oficinista que me gustaría insultarlo y llamarlo ridículo. Pero, en esto, ese sex appeal se le sumaba una peligrosidad salvaje que provocaba el apocalipsis de mi cerebro: Chillaban todas las alarmas al unísono, al igual que una orquesta de viento desafinada y fantasmagórica para que huyera de ahí, sin importar siquiera que pudiera matarme en el caso de decidir saltar por el balcón; las sirenas se unían poco después, despertando mi instinto de supervivencia para que encerrara a esa cosa dentro de la habitación y ganara tiempo para huir por la puerta principal; y, entre todo aquello, mi instinto me estaba soltando alaridos de que no me quedara quieto por muy embriagador que fuera su aroma. Daba igual si me estuviera poniendo cachondo sólo de olerlo, que mi temple recibiera una patada para que me dejara en paz, o que la posibilidad de salir en uno de los descansos la tuviera en consideración.
No iba a servir. Estaba atrapado, y el lobo me estaba observando del mismo modo que un politoxicómano al que le habían plantado una bolsa de pastillas, gratis, y que podría llevarse a la boca sin miedo a sufrir una sobredosis.
El moreno fue directamente a por mí, cegado, y tuve un momento de lucidez para tomar una decisión: Me escapé de su (casi) agresivo agarre y me largué hasta la puerta para cerrarla con llave para no salir de la habitación ─como bien me insistió él. No teníamos que romper nada fuera de ella─, aunque dudaba que no la pudiera echar abajo de una embestida.
No era creyente, pero recé a quien fuera para no morir en el mismo instante que Jade me agarró tan fuerte del brazo que temí que me lo dislocara. No había rastro de ese hombre, el que su imagen desnuda provocaba estremecimientos durante las masturbaciones nocturnas o en la propia ducha. Jade no estaba ahí, estaba su otra cara; el lobo, lo salvaje. Sin ningún esfuerzo me lanzó contra la cama como una muñeca de trapo, me arrancó ─literalmente─ la ropa de un tirón hasta volverla inutilizable con tanta desesperación que casi creí que usó sus garras. No tuve ni tiempo de reacción por el estado de shock inminente cuando saltó en la cama de un bote, arrancándome el aire de los pulmones que hasta tuve que sacar la lengua para no tragármela de la impresión. Y, con una ansiedad que rayaba lo enfermizo me dio la vuelta hasta clavármela y pulsando de sobra la próstata, haciéndome ver la estrellas a mi alrededor, explotando del mismo modo que podían hacerlo las minas en la guerra.
─¡Me cago en Dios, Jade, joder! ─jadeé en un grito, aunque él no me escuchaba─. ¡Más calma, perro gilipollas! ─chillé de seguido antes de morder el edredón con tanta fuerza que temí partirme los dientes
Si el segundo polvo ya podría decirse que estaba lubricado de sobra, en esta ocasión casi pareció que me había reventado una pequeña botella de lubricante antes de clavarme el miembro de una estocada. Aun así saqué fuerzas para intentar darle manotazos en cuanto una de sus palmas iba a aplastarme el hombro, lo cual resultó hacerle pasar de ansioso a furioso y terminó por inmovilizarme de las muñecas con tanta fuerza que supliqué que no me las partiera o íbamos a tener un puto problema si sobrevivía a esto. Pero todavía fue peor cuando noté que me aplastaba con su cuerpo, sintiendo el frenesí de su corazón sacudiéndose en el tórax del mismo modo que le estaría dando un ataque de pánico. Gruñó de tantas formas que sólo reconocí el sonido de la excitación y el enfado; jadeó con la ansiedad saliendo como una manada de sabuesos rabiosos de su garganta; y también me pegó tal mordisco en el brazo cuando me removí que pude ver perfectamente salirme tanta sangre que temí marearme de la impresión.
ESTÁS LEYENDO
𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Werewolf[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...