—¡He ganado! —exclamó Brent muy contento, casi jadeante, siendo obligado a sentarse en el asiento trasero de su coche mientras Malik se encargaba de conducir de vuelta a casa—. ¿Me has visto, Everett? ¡Soy un ganador! —sonrió, manchando el asiento con la sangre que le salía de los labios.
Estaba hecho un asco. Pero sí, era cierto que había ganado, aunque el precio a pagar había sido bastante alto. No habíamos contado con que ese gilipollas también era un Delta y más ágil de lo esperado. En mi mente aún quedaban rastros de la pelea, parpadeando como las luces de una discoteca que se movían de un lado a otro: Recordaba el sonido de los rugidos de los machos y los silbidos de las mujeres lobo que estaban presenciando la pelea, dudando en cuál de los dos iba a salir ganando; los golpes bajos que le daba el lobo, apuntando generalmente a las costillas y a una entrepierna que no dejaba de moverse; patadas efectivas por parte de Brent al ser más alto y una buena mordida en el brazo que le hizo gritar al otro en un alarido de dolor; más rugidos que se mezclaban con los tintineos de las botellas; los faros de los coches que se encargaban de dar una buena iluminación; ver ocasionalmente cómo el imbécil era lanzado varias veces al lago; y por supuesto nuestras caras de dolor cuando Brent sufría un golpe que nos dolía a muchos hasta en el alma.
Nunca imaginé tal nivel de salvajismo, donde la sangre no parecía ser el mayor de los problemas entre lobos. Lo daban todo, no bajan la guardia en ningún momento y, sobre todo, estaba la clara evidencia de que el hecho de haberle dicho que no matara creó una pequeña brecha entre ambos. Supuse que eso lo limitó un poco, aunque intentara seguir el consejo de Malik.
—Claro que eres un puto lobo ganador —le confirmé, acariciándole la quijada para reforzar mis palabras y sentir el ronroneo—. ¿O acaso creías que aceptaría a perdedores en mi bando?
La pregunta me resultó amarga, porque fue la misma que le lancé a Jade mucho tiempo atrás. El recuerdo no evitó que me pusiera un poco triste por ello, porque aunque siguiera conservando el alcohol navegando entre mis venas, en alguna parte de mi mente seguía sonando que la ausencia de Jade me hacía daño.
—¡Quiero un beso de premio! —La exigencia me arrancó de un momento melancólico, haciéndome fruncir el ceño—. ¡He sido bueno! ¡He ganado!
—Estás demasiado borracho para darte cuenta de la situación más allá de lo obvio —respondió Malik antes de reírse con energía. Era quien estaba en mejor estado, ya que yo había bebido un poco más y, además, no tenía permiso de conducir—. Deja que Everett te cure cuando lleguéis a la guarida, no seas impaciente.
—¡Pero he ganado! —se quejó en un deje infantil, concluyendo mi negativa con un cruzamiento de brazos junto a un mohín ridículo.
—Cállate, Brent —resoplé para irme a la ventanilla y fumar con calma—. Sólo será un rato, y seguramente te quedarás dormido sentado. Ni siquiera podías caminar de la mierda que llevas encima.
El tonto, el cabrón y el malo, así nos percibíamos en estos momentos: Brent y su estupidez selectiva, el cabrón de Malik no perdiendo ningún momento para meter cizaña, y por supuesto yo era el malo por haber incitado al pelinegro a meterse en una pelea. Durante esa larga hora de batalla entre lobos, el pelirrojo me lo estuvo recordando en más de una ocasión con esa estúpida sonrisa burlona.
Lo irrisorio llegó cuando apareció alguien de El Aullido entre el montículo de lobos, reportando junto a alguien más algo tan simplón como una pelea. ¿A quién coño le importaba dos lobos pegándose de puñetazos? Bueno, a ellos, porque cuando Brent salió hecho un cuadro lo entrevistaron como si fuera un famoso; y por supuesto no entendía nada. Estaba tan aturdido que Malik decidió intervenir, respondiendo a preguntas estúpidas.
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𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Kurt Adam[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...