48. 𝙹𝚊𝚚𝚞𝚎 𝚊𝚕 𝚐𝚒𝚕𝚒𝚙𝚘𝚕𝚕𝚊𝚜

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【13 DE FEBRERO - NOCHE】

Me coloqué la ropa interior mientras escuchaba a Brent silbarme desde la cama, mereciéndose que le enseñara el dedo del medio y que ambos termináramos por reírnos un poco. Al parecer le metí demasiada caña a Brent ayer después de leer la maldita nota, pero necesitaba urgentemente desfogarme y así pensar con la cabeza fría. Aún podía ver desde mi posición la marca de mi mordisco en su hombro al aire.

—Oye, Jade. —Lo llamé, al mismo tiempo que me acercaba hasta la puerta para encontrármelo secándose—. ¿Pero cómo puedo tener un lobo tan sexy? —gruñí exageradamente, adjuntando una sonrisa que él también me ofreció.

—¿Qué necesitas? ¿Otra ronda? —Alzó las cejas, diciéndolo con un aire sugerente y obtuvo una negativa por mi parte—. Vaya, entonces te reservas para mañana... Chico listo.

—Bueno, dejémonos de chorradas. Necesito hablar contigo de algo importante.

—Entiendo... —murmuró, terminándose de secar y ponerse el pantalón corto sin nada debajo—. Si es importante, y lo dices con esa cara, entonces debe de ser cierto...

Advertí a Brent que descansara, porque mañana le iba a montar del mismo modo que lo haría en un toro mecánico; sino me cabrearía. Y como era de esperar aceptó sin rechistar, balbuceando tonterías que sólo él y su cabeza extraña comprenderían. Fue gracioso, pero tenía que asegurarme que no nos espiara.


Bajamos las escaleras juntos, sintiendo cómo Jade parecía intentar descubrir lo que estaba pensando. No quería que se enterara por alguien que no fuera por mí, sobre todo porque tampoco estaba muy seguro de si sería capaz de creerme. Adoraba demasiado a Dalton y por muchas vueltas que le diera, sin importar el tiempo, llegué a la misma conclusión: No me soportaba de ninguna manera, mi presencia era non-grata, los lobos eran tramposo por supervivencia y también mentirosos. No jugaría limpio; y por lo tanto yo tampoco.

En cuanto llegamos al salón guié a mi lobo hasta el sofá, mientras en mi cara mostraba un gesto serio y las cejas un poco fruncidas. No había planificado la forma de explicarle esto, así que me tocaría improvisar como solía hacer con casi todo que me venía grande. A veces los resultados eran excelentes, y en otros me ganaba a pulso que me pegaran un guantazo.

—Jade necesito saber un par de cosas, y no quiero tonterías de por medio —avisé con antelación, utilizando un tono firme—. Ahora mismo quiero al lobo oficinista, no al asesino o al lujurioso. ¿Entiendes lo que digo?

—Perfectamente —asintió, enseriándose también—. Te ayudaré en todo lo que pueda, siempre y cuando no sea demasiado confidencial, ya conoces nuestras normas.

—De eso quería hablarte, de las normas. ¿Quién se encarga de hacerlas cumplir en la manada?

Aquella pregunta pareció confundirle.

—Yo y Rowen, por supuesto. 

—¿Por qué?

—Pues... Eh... —Su expresión terminó suavizándose, quedando perplejo con la cuestión en sí. No podía culparle por ello, estaba improvisando—. Somos las manos de Dalton, es nuestra obligación recordar las normas, hacer que se cumplan y condenar infracciones a cada licántropo que ingresa en la manada. Incluso a los que ya están dentro.

—¿Cualquiera puede ser sentenciado por una infracción, incluso Dalton?

—Claro. Ser Alfa no te vuelve inmune de tus propias normas, aunque él es muy cuidadoso para no cometer errores de ningún tipo. —Se encogió de hombros con cierto desapego—. No sería justo para nadie que él no se viera afectado; incluso en las propias normas se estipula que « Ningún lobo está exento de culpa si las pruebas lo demuestran ». Con pruebas cualquiera puede ser señalado.

𝕷 y k a n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora