2. 𝙻𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚞𝚙𝚒𝚍𝚎𝚣 𝚢 𝚕𝚊 𝚊𝚞𝚍𝚊𝚌𝚒𝚊

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—No puedo creer que esté haciendo esta mierda, Ev —resoplé antes de darle una profunda calada al cigarro. Era cierto que acepté ir e hice todo el papeleo el miércoles, pero cuanto más escuchaba a la gente hablar antes de entrar al aula, más mala idea me parecía.

—Lo que no puedo estar creyendo yo, es que estés fumando dentro de la universidad —susurró, metiéndose en medio para que no me vieran—. Si te pillan estás jodido, joder, Verett.

—¿Quieres que te lo apague en la cara?

—No, pero termina ya, que empezaremos en breve —siseó y terminé por apagarlo en la pared, dejando una preciosa marcada en ese horrible color blanco que tendría de todo menos limpieza; después lo dejé en una esquina tras de nosotros—. Vamos —insistió, dándome un suave empujón para entrar.


En cuanto ingresamos dentro del habitáculo no tuve más remedio que aguantarme la risa por todo lo que estaban viendo mis ojos. Más de doscientos alumnos, por lo menos, estaban dentro de esta clase para escuchar a un viejo parlotear sobre sabuesos imaginarios. Esto tendría que ser divertido, desde luego. Aunque no me gustó nada que algunas personas me miraran, así que mi respuesta fue lanzarles una de vuelta con mi común mal humor.

Efectivo y rápido, perfecto. No habían tardado en apartar la mirada.

No era famoso, ni siquiera querido. El número de pelirrojos en esta universidad era bastante reducido, por no decir que a duras penas éramos una décima parte de los estudiantes en total (sin contar los de intercambio, aunque sí era el único en mi área de ciencias), así que era obvio que yo tendría que ser « ese pelirrojo antipático de mierda que no creía en los licántropos ». Pues sí, ese era yo, y sólo venía a ganarme la pasta y, de paso, burlarme de un par de frikis.

Estaría chupado.

Evan y yo terminamos por quedarnos en las últimas filas por haber previsto que iba a llamar la atención nada más poner un pie ahí. Bueno, ¿qué esperaba? El único pelirrojo, con una mueca burlona al entrar y una de mal humor al plantarles cara era lo que había. Si no me gustaba esta mierda siempre podría saltármela y aprovechar la hora para hacer algo más interesante: Estudiar para cosas reales y no animales fantásticos.

En cuanto llegó el viejo Ericson con su reconocida bata blanco nuclear que le venía enorme, todo el mundo se calló, abrió sus libretas y, como robots, se aferraron a su bolígrafo como si estuviera apunto de explayarse con una biblia en mano a gran velocidad. Incluso Evan se incluyó en el grupo de robots y su comportamiento mecánico. ¿Y yo? De lo más calmado, comenzando a sacar una libreta y mi estuche sin que nada me importara en absoluto.

—Bienvenidos, nuevos y no tan nuevos, a la optativa LYKAN, o también llamada « Sociología y legislación lobuna », donde pasaremos un año entero aprendiendo, desglosando y desmitificando todo lo que sabemos sobre los licántropos, criaturas que están incluidas dentro de nuestra sociedad. Pero —hizo una pausa dramática—, por alguna razón que aún desconocemos, éstos no están muy receptivos de que nosotros, los humanos, establezcamos lazos de ningún tipo con ellos.

Apreté los labios y me aguanté la risa, lo que provocó que algunos me miraran por el rabillo del ojo de muy malas formas. ¿Pero cómo no reírse de esta estupidez? Era obvio que esto no tenía ninguna base que lo respaldara. Si los supuestos licántropos no se habían visto y tampoco habían trazados tratos con los humanos, ¿por qué razón deberíamos aceptar que esta absurda clase fuera útil?

—Deja de llamar la atención, idiota... —siseó Evan entre dientes, a lo que yo tuve que apretar más los labios todavía hasta sentir una superficial punzada.

𝕷 y k a n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora