A veces no tenías lugar donde esconderte cuando las emociones te impactaban como jugadores de rugby y, simplemente, tenías que soportarlo con la cabeza bien alta y un carácter de mierda para que nada pudiera contigo. Esa fue a la conclusión que llegué cuando todo se me hizo bola por esa estúpida nota extraña y el mayor susto de mi vida, despertando al día siguiente con una sensación horrible en el pecho.
Brent me dijo que me encontraron él y el pelirrojo cuando llegaron a casa tirado en el suelo, con la piel ardiendo y con varios grados de peligrosa fiebre. Me informaron de que ese supuesto « ojo » era una buena falsificación, dándole una apariencia tan realista que me lo tragué entero. Qué idiota fui, caer en un engaño tan infantil.
Supuse que la conversación en la cama con Malik sirvió para algo, aunque tuviera que soportar esa peste cítrica y a un bobalicón preocupado, además de aferrado a mi brazo.
—Por eso te dije que no lucharas solo, porque aunque estuvieras haciéndote cada vez más fuerte, hay cosas que no puedes conseguir por tus propios medios —me reprendió Malik en un tono severo, tanto que que mis cejas se fruncieron al igual que las suyas.
—¿Tienes que estar jodiéndome a las putas diez de la mañana? —resoplé cabreado—. Vuélvete a tu puto bosque. Estoy perfectamente, sólo me pegó un colapso de mierda y ya; a cualquiera le pasa.
Malik puso los ojos en blanco, comenzando a negar la cabeza. Sus brazos se colocaron a la altura de su abultado pecho para cruzarse, pero su mirada se endureció un poco más. No entendía por qué estaba comportándose así, tan insistente.
—Me preocupo por ti.
—Los lobos sois mentirosos por naturaleza, así que no me digas chorradas —espeté, intentando zafarme de Brent que se había vuelto a dormir—. Joder, Brent... Suelta.
—Déjale dormir —me ordenó algo serio—. Por tu colapso de mierda estuvo toda la noche en vela; y yo también, ya de paso.
—Pues vete, ya tengo a un lobo custodiándome y no necesito a otro.
El Beta rezongó, burlándose un poco, pero fue tan efectivo su coincidente desapego que me presionó indirectamente para que chistara.
—¿Todas las mañanas estás de tan mal humor? —sonrió, insistiendo más en tocarme las narices. Y lo peor era que él tenía una facilidad absurda, no tenía ni que esforzarse demasiado—. ¿Qué acaso eres de los míos, que necesitan un café y un buen polvo salvaje?
Se me escapó la risa, una airada e incrédula que había destrozado por completo el mal ambiente que se estaba creando en la habitación. ¿Cómo era capaz este titán pelirrojo jugar tanto con las emociones de los demás? Hasta a mí me parecía incoherente y absurdo que eso se pudiera hacer en una charla casual. Aún así, mi risa le hizo sonreír algo más animado sin parecer tan malicioso.
—Malik, no seas mentiroso. Todo el mundo sabe que eres un solterón que va a antros como el Luna Llena para ligarte gymhuecos —negué con la cabeza, porque al escucharme se rio un poco alto—. ¿Qué? ¿Acaso es mentira?
—No has respondido a mi pregunta. ¿Eres de esos? Porque yo sí —movió sus cejas pelirrojas de arriba a abajo, insistiendo en hacerme reír al verse tan estúpido.
—Eres un guardabosques muy imbécil y descarado; no sé ni cómo te aguanto.
—Porque somos amigos, ¿verdad? —arrojó al instante, dejándome algo mudo durante unos instantes. Era la primera vez que un lobo me consideraba un amigo, y en cierto modo esto era algo nuevo para mí—. Por tu cara diría que no lo tienes tan claro... Una pena, soy un lobo divertido e inteligente. Tú te lo pierdes —se encogió de hombros, desdeñoso, pero su mirada verdosa seguía clavada en la mía. No estaba rivalizando, ni siquiera quería pelea, sino sólo se mantenía vigilante de algún detalle absurdo.
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𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Kurt Adam[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...