64. 𝚂𝚊𝚋𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚎 𝚑𝚒𝚎𝚛𝚎

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𝚂𝚒 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎 𝚕𝚕𝚘𝚛𝚊𝚛, 𝚙𝚘𝚗𝚐𝚊 𝚕𝚊 𝚖ú𝚜𝚒𝚌𝚊 𝚊 𝟷.𝟸𝟻 + 𝙱𝚞𝚌𝚕𝚎

Lo entendí todo mal, de principio a fin. Gran parte de todo lo que había vivido estaba lleno de cagadas, errores silenciosos, entorpecimientos, falsas esperanzas y mentiras. Pero también de sueños, deseos y sorpresas; algunas inesperadas y otras dolorosas.


A principios de julio lo supe en el mismo instante que Jade utilizó dos frases antes de irse a dormir: « El destino no existe, el presente y el futuro planificado sí » y « Te di mi alma, cuídala para recordarme ». Después de ello no quiso hablar más, pese a que los días anteriores me dedicó tanto tiempo para mí que Brent lo dejó pasar sólo por verme feliz de nuevo.

Sin embargo, la felicidad siempre será efímera. 

Tarde o temprano Jade iba a irse a Canadá durante todo el verano por trabajo, dejándome un dolor en el pecho que quisiera o no jamás se tapiaría hasta que lo volviera a ver. Y cuando llegó ese día, en el aeropuerto, me pegué tanto a su cuerpo que oculté mis lágrimas en su espalda para que nadie más lo viera. No quería que se fuera porque presentí que aún habían muchas cosas que tendría que enseñarme, momentos que quería crear del mismo modo que lo hice con Brent en otras ocasiones. 

Él también lloraba, pese a no girarse en ningún momento. Se quedó estático, con la espalda recta y la cabeza levantada; con una enorme maleta a su derecha y su maletín a la izquierda. Lo sabía, porque mi pena se intensificaba tanto que sentí que los pulmones se me llenaban de agua, mi garganta comenzó a asfixiarme con el nudo a la altura de la nuez, y la mandíbula tan tensa que me dolía moverla. Sólo dejó que lo soltara todo.

Le susurré que no se fuera con voz queda y él me recordó que siempre le recordara cuando no estuviera a su lado, como lo estuve haciendo hasta ahora.


En el momento que sentí las manos de Brent intentando tocarme, actué por mero instinto: Le lancé una mirada fulminante que lo dejó quieto en el sitio, y también lloraba como yo (porque compartíamos dolor, uno intenso, y él era muy sensible a las emociones). No sabía lo que estaba diciéndome. Sólo veía que movía sus labios y tenía los brazos estirados; mas no había sonido. Ni siquiera podía escucharme a mí mismo cuando sorbía por la nariz.

Brent estiró la mano, esta vez para apartarme y no provocar que Jade perdiera el avión. Mi respuesta automática fue enseñarle los dientes hasta que me dolían de tanto apretar; después le siguió una patada en la entrepierna, consiguiendo que lo tumbara, y mi cuerpo volvió a adherirse al lobo que seguía en su sitio.

—Everett... —murmuró Jade en una voz ronca y baja—. No hagas eso, sabes que me hiere cuando noto tu dolor.

No supe por qué razón pude escucharle, pero lo que dijo después ya se volvió a ensordecer y apegué mi cara a su espalda. No podía dejar de llorar, de apretarle de la ropa y ahogar gruñidos de dolor; uno punzante, notorio y emocionalmente sangrante. 

Me importaba una mierda que estuviera parte de la manada de Dalton (con él incluido) y algunos amigos de otras manadas (donde también estaba Atlas, a una buena distancia del otro alfa). No me importaba siquiera que pensaran que estaba haciendo el ridículo, porque nadie podría entender qué era lo que se sentía cuando todo lo que creías maravilloso y especial se iba a la mierda; a tenor de que intuí que esta despedida me haría más daño todavía. 

Jade era mío. Mi primer lobo, mi lobo ganador, el que hizo que mi vida diera un giro de ciento ochenta grados. Me amó, me mintió, se rio conmigo, me pinchó, follamos como bestias, me miraba con esos ojos tan especiales, me abrazaba hasta hacerme creer que nunca sufría dolencia alguna... Y hállome aquí, llorando como lo haría una viuda a una tumba con todas sus flores a la vista. Roto, dolido, herido, desolado, abandonado, furioso... ¿Quizá me había obsesionado tanto qué ya tomaba esto como un comportamiento normal?

𝕷 y k a n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora