—¿Crees qué hoy encontraré uno? —preguntó Evan en mi oído poco después de que le alcanzara en la barra, iniciando él con un vodka con piña. Se le comenzaba a ver un poco ansioso, mirando en todas las direcciones por si encontraba al supuesto lobo.
—Con suerte lo que no encontrarás serán ladillas y una ETS —le dije en tono de broma, mientras movía la mano para llamar la atención de la camarera que no paraba de moverse de un lado a otro.
Eran rápidas, eficientes, y si fuera hetero le pediría el número a alguna: Ligeramente altas, tan escotadas que seguramente se le saldrá algún seno en un mal movimiento, el pelo atado en trenza y ropa corta (top negro con una luna llena en el centro, además de una falda igual de negra).
—Mejor dame tu suerte, que hoy creo que vas a tener demasiada —respondió en mi oído con una mueca de fastidio por mi comentario.
—¡Ey, preciosa, aquí! —dije todo lo alto que pude hasta que una me prestó atención—. Dos chupitos dobles de tequila, sin limón y sal.
Ella asintió con una despampanante sonrisa, y Evan me sacudió el hombro.
—¡¿Ya vas a gastarte tu dos tragos?!
—El tequila pega fuerte, voy en proceso de estar colocado, y si me pongo a bailar me dará un buen pelotazo —le sonreí, como si ese no hubiera sido mi plan desde el principio. Aunque debía de haberlo sabido cuando vinimos la primera vez el año pasado. Un desastre. Evan potó a la hora después de entrar—. Además, tú siempre te vas al segundo piso a restregarte la polla con los pasivos. Yo me quedo en el primer piso, es mi zona de confort y casi no hay gente. Es el mejor lugar para mover bien estas caderas que heredé y, con suerte, me lloverán algunos buenorros por haber encontrado a un partidazo como yo —sonreí de una forma orgullosa y exagerada.
—¡Putón! —rio con fuerza y yo le dediqué el primer trago que me dejó medio idiota—. Mejor espera un poco a...
Ni hablar, los dos seguidos para que se mezclaran bien. Aquí se vino a arriesgar, a pasármelo bien y si tenía la posibilidad de llevarme alguna botella de algún pijo idiota, me la llevaría conmigo aprovechando que le estaría comiendo la polla a alguien en el baño. Siempre habían cubatas sin terminar, botellas de cerveza, o alcohol escondido tras las pequeñas macetas esquineras. Pude estudiar el terreno en todo un año.
—¡Está buenísimo! —exclamé, alzando el vasito en alto y lo dejé en la mesita—. Oye, preciosa, mi amigo busca a los supuestos lobos. ¿Sabes si andan por aquí o se han ido al bosque a correr en bolas?
La chica se rio por mi comentario mordaz, y señaló la pista de baile antes de decir:
—Los lobos están en todas partes, chicos. Hoy quizás tengáis suerte, ya que es tormenta eléctrica. —Nos guiñó el ojo con coquetería, agarró los billetes del rubio y se marchó a seguir con su trabajo.
—Pues ahí lo tienes. —Le golpeé amistosamente en la espalda—. Busca a tu supuesto lobo, yo me largo a quemar suela en el primer piso, y con un poco de suerte me llevaré a un gymhueco al baño (chico de gimnasio que no brillaba por su inteligencia precisamente, en resumen).
Salí de la barra, apartando a la gente que no paraba de bailar en la pista y me dirigí hacia las escaleras. La peste era horrible, las luces se movían en todas las direcciones, y la música de este piso no estaba nada mal pero no era mi estilo para nada. En cuanto llegué, me agencié de un cubata que, al probarlo, descubrí era ron cola. Una suerte para mí, una desgracia para el incauto que lo dejó sin vigilancia. Subí por los escalones, atravesando la gente que bajaba y otros me empujaban ligeramente por detrás mientras subía, llevándose alguno un buen codazo de mi parte para que no se me pegaran tanto, hasta que al final conseguí entrar en mi zona de confort, la que valía la pena bailar si tenías un aceptable repertorio de pasos de baile; mi cabeza se giró por un segundo, viendo al rubio subir con otro cubata de color transparente y, tras perderlo de vista, me colé a una zona algo más amplia.
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𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Loup-garou[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...