20. 𝙲𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚞𝚗 𝚕𝚘𝚋𝚘 𝚜𝚎 𝚎𝚗𝚊𝚖𝚘𝚛𝚊... 𝚈 𝚑𝚞𝚢𝚘

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Tenía pánico a enlazarme. 

No lo quise ver en su momento, mientras terminamos de disfrutar la otra mitad de agosto e iniciamos con crudeza septiembre. El inicio de mes fue horrible. Supuse que en mi mente había pensado que todo seguiría como siempre y, los cambios, serían puramente puntuales hasta que Jade cambiara de opinión. Pero no lo hizo, sino que se mantuvo firme en recordarme cada día de septiembre las normas básicas de convivencia, cuidado y ámbito social. Lo hacía religiosamente en cuanto cometía algún tipo de error o le decía que podía meterse sus normas por el agujero más placentero. Sorprendentemente fue más paciente de lo esperado, mas yo insistía en replicarle que no era justo.

No sirvió de nada.

Dije que septiembre fue crudo y un golpe de realidad porque las cosas no estaban funcionando como realmente esperaba. Pensé que convencer a Jade con que fuera un buen lobo sería suficiente, que con pincharlo un poco sangraría mínimamente y así me dejaría domarlo lo bastante para, así, pasar por encima de sus tontas normas, cláusulas y papeles. Jade me demostró, nuevamente, que tenía mucho por aprender para poder tomarle el pelo. Era un adulto, mucho mayor que yo, y había visto durante muchos años cómo la gente intentaba ladear los problemas durante el trayecto de la rectitud. Yo no iba a ser menos pese a adorarme.

Fue entonces cuando el pánico me alcanzó con la misma velocidad que un rayo. Mucho después de sanar su corazón por la culpa que cargaba, un secreto confiado que no debería de saberlo Brent jamás o haría más daño del necesario. Lo prometí, y sabía muy bien que las promesas a un lobo no debían de romperse por muy enfadado que estuvieras.

El terror de un enlace llegó cuando Brent soltó muy emocionado a Jade por el supuesto Lazo. No tenía ni puta idea de lo que significaba esa mierda, así que supuse que era alguna tontería de esos perros y le resté importancia, ignorando toda la información que leí semanas atrás. Hasta que me agarró de la mano por debajo de la mesa y enlazó mis dedos con los suyos. Mi mirada de confusión fue total, absoluta y enteramente desconcertante por lo que estaba haciendo. Casi parecía que se había enamorado de verdad de mí; y eso era un pálpito, una línea que no quería cruzar. 

Fue demasiado rápido.

—¿Qué coño haces? —conseguí preguntar un tanto brusco, apartando mi mano hasta cerrarla en un puño. Un gruñido, uno raro y distinto a los que había escuchado, resonó de su garganta. Diría que fue entre una mezcla de dolor y confusión, no estaba seguro—. ¿Qué significa esto? ¿Eh?

—¿No le has hablado sobre El Lazo? —preguntó Brent ahora más sorprendido que otra cosa.

—No hemos tenido tiempo —gruñó Jade, mirándolo un poco molesto—. Últimamente el trabajo está siendo mucho más complicado, incluso tenemos a una manada muy bien camuflada dando problemas por los alrededores.

—Pensé que ibas a esperar un poco más, Jade. No es una decisión que debas tomar tan a la ligera —el pelinegro puso los ojos en blanco al vislumbrar una sonrisita en el otro.

—¿Qué coño es el puto Lazo? —insistí para que me prestaran atención, lo que hizo que Jade mirara a un lado y sus mejillas adoptaran un leve tono rosado. A decir verdad fue una reacción impropia, porque jamás creí que el lobo pudiera hacer tal cosa.

Brent resopló y se cruzó de brazos en su silla.

—Es una petición.

—¿Petición de qué? —miré a Jade un tanto molesto porque no estaba entendiendo una mierda—. ¿Petición de qué, Jade? Exijo una explicación.

Se puso nervioso, tanto que se le resbaló la copa de la mano. Fue entonces cuando mi mente comenzó a unir los puntos: La información de los lazos en ese estúpido foro, el nerviosismo de Jade, el que últimamente estuviera tan cariñoso y se me pegara a la espalda hasta tener que alejarlo a empujones, el que anoche me dejara ser la parte activa por muchas veces que tuviera el ademán de resistirse. Ahora tenía sentido. 

𝕷 y k a n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora