Jade era demasiado orgulloso para lloriquear constantemente como lo haría Brent. Tanto que sólo conseguía arrancarme, temporalmente, el mal humor cuando pasaba de la tentación a la lujuria durante las mañanas antes de irse. Pero sólo era eso: Un momento. Después volvía a ser insoportable y lo volvía loco por no comprenderme.
Desde que le di la bofetada había pasado una semana completa, volviendo a ser sábado. En estos siete días ya comencé a comprender una de las razones por las que se levantaba mucho más pronto que yo: Ahora que Xeon estaba en el subterráneo de la casa, se metía dentro cuando pensaba que estaba durmiendo, al menos durante una hora, para luego aparentar normalidad y marcharse.
Sin embargo, ese lobo no me delató, aunque estaba completamente seguro de que me la tendría reservada por haberle hecho aquello. Herí su orgullo de macho lobuno, le hice algo que cualquier lobo —incluido al buenazo de Brent— se sentiría furioso, y sobre todo me burlé de su situación. Podía recordar sus ojos verdes oscuros envueltos en llamas cuando cerré la puerta, viéndolo tras los barrotes. Y lo que vislumbré en sus orbes, era una mezcolanza de la que me tenía que mantener lejos: Placer, odio y venganza.
En toda esta semana no ocurrió absolutamente nada aunque estuviéramos en casa y, la rutina del trabajo a casa, ya hasta me encargaba de arrancar minutos extra entre fumar y follar en el coche con Brent. Ambos ganábamos: Él saciaba sus instintos y recibía la atención por ser una criatura egocéntrica, y yo un tiempo donde el aire me daba en la cara y recibía algo de sol. Pero hoy, oficinalmente, Jade dio el visto bueno para poder salir aunque manteniendo la cautela.
Sólo hubo un problema con el que no conté, y dicho problema lo tenía delante de mis narices cuando llamó a la puerta. Con su camisa de leñador (cuadros blancos y rojos) marcándole todo el tronco, con los puños arremangados hasta el codo, y los pantalones vaqueros a la altura de las rodillas. El bulto con el que ya estaba familiarizado de hallar en lobos, y ahora con sandalias de cuero en tono beige.
—Hola, cachorro —saludó Malik con una sonrisa enorme—. Tu papi Jade me pidió que fuera tu niñera y, como tengo días libres, no me importa invertir mi tiempo en ayudar a un compañero.
—Mejor vuélvete a tu bosque, seguro que tus amigas las ardillas te esperan en la puerta de tu casa para que les des bellotas. —Iba a cerrarle la puerta en la cara, pero su mano evitó que lo hiciera. Tenía demasiada fuerza, y ni haciendo un sobresfuerzo conseguía moverla—. No necesito una niñera barbuda con un pollón escondido en ese ridículo pantalón de quinceañero, así que esfúmate de esta guarida.
—¿Y me vas a obligar tú? —rio entre dientes, consiguiendo tocarme una fibra muy sensible.
—¡Qué te largues te digo! —gruñí, enseñándole los dientes para confrontarlo.
Malik se lamió los labios, confrontándome con la mirada verdosa al comprender mis intenciones. Porque eso era lo que conseguías cuando mirabas fijamente a un lobo y le enseñabas los dientes: Querías estar por encima de él, que fuera inferior a ti aunque sólo eras un humano; y por supuesto chocabas tanto con su ego como con su orgullo. Malditos lobos.
—¡Hola, Malik! —Saludó Brent muy feliz de verlo, cuando pasó por detrás de mí. Obtuvo un cabeceo de su parte parte porque no quería apartarme la mirada de encima, mientras se burlaba de mí—. Everett, ¿qué haces?
—Jade quiere que el pelirrojo nos dé por el culo con su título de niñera; y no quiero que entre.
—No estoy seguro si Jade permitiría que Malik nos follara... —murmuró confundido—. Al menos no a mí, ya que yo no dejo que...
—¡Vete a tu puta mesa, Brent! —grité, escuchándole marcharse hacia donde le había ordenado—. Y tú, lárgate, no te necesitamos. Tengo a un lobo de noventa kilos que sé manejar perfectamente.
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𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Kurt Adam[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...