—Lo siento, aún no soy tan fuerte... —murmuró Brent cuando terminé de curarle el puñetazo del labio y el de la frente, depositándole en este último un beso que le hizo sonreír un poco.
—Con Malik la fuerza bruta no sirve, Brent —le dije. Cerré el botiquín que estaba en la mesa y me senté sobre sus piernas para que me abrazara por la cintura. No le pegó tan fuerte como dijo, pero sí en los lugares donde perdería con facilidad. Sin embargo, el pelirrojo no sólo se le hinchó la mano, sino que le dejó Brent un buen mordisco en el brazo que le habrá dolido toda la semana—. Aun así, para mí siempre serás un ganador por ser el lobo más bueno del mundo —añadí con suavidad hasta que me separé, sonriendo maliciosamente—. Ah... Pero también mentiste, ahora que lo recuerdo... Creo que te quedarás sin poder elegir el tatuaje que querías para la marca.
—¡No! —gritó, hincándome los dedos con tanta fuerza que me hizo chistar—. ¡No es justo! ¿Por qué eres así conmigo, si yo soy bueno? ¿Qué puedo hacer para que lo reconsideres?
Puse los ojos en blanco, porque ya sabía de antemano que si se lo encontraba de frente iría a por él. Mi punto fuerte era la inteligencia, y aunque Brent también tuviera sus momentos de lucidez, en su caso la fuerza bruta era mucho más efectiva. Miré el reloj de la pared y teníamos aún tiempo de sobra para llegar al sitio, así que era momento de ceder un poquito. Al menos por hoy.
Aparté las manos del pelinegro para que dejara de presionarme y me acomodé sobre su pierna, notando su molestia y decepción por algo que le gustaba mucho. Su cara sólo lo hizo mucho más notorio cuando lo miré con la ceja alzada. Brent siempre había sido muy pesado con el tema del tatuaje, y estaba seguro al noventa y nueve por cien que elegirá una flor, porque eso era lo que más le gustaba y sabía con bastante precisión. Pero... ¿Una flor en el cuello? ¿No sería eso muy cutre?
Una de mis manos acarició la quijada con suavidad y su ronroneo fue inmediato, a lo que yo decidí acercarme a su oído y susurrarle:
—Tenemos tiempo de sobra, pero quiero ver cómo te queda tu disfraz.
—Seguro que bien —aseguró—. Es el mejor disfraz del mundo, porque lo elegimos entre los dos aunque tardáramos dos horas.
Rodé los ojos, porque no estaba entendiendo lo que quería decirle en realidad. Opté por ser más explícito.
—Quiero vértelo puesto, para ver si es fácil de arrancártelo en privado. —Volví a susurrarle, esta vez en un ligero toque lascivo que provocó un gruñido grueso en señal de aprobación—. Si tardas menos de media hora, reconsideraré lo del tatuaje.
Me aparté de su lado y se marchó a toda prisa hasta la habitación, gruñendo de emoción hasta que a mí me arrancó una pequeña risa.
Tan bobo y adorable que es imposible no morderle.
Desde ese momento que Malik nos hizo esa visita y lo mandé a tomar por culo, no había vuelto, lo que quería decir que estaba reponiendo energías para cuando llegara este día. Era lo más inteligente, permitir que el ambiente se relajara para luego arremeter sin piedad. A ese juego también sabía jugar yo, y se me daba muy bien.
Miré por la ventana el cielo de la tarde; anaranjado; mostrando el interior de la casa de Brent un aire cálido propio de la estación otoñal en la que nos encontrábamos actualmente. El frío ya formaba parte de nuestra excusa para pegarnos bajo la manta, los abrazos o encender la vieja chimenea de piedra; el viento de las tardes sólo presionaba a los que estaban fuera para volver a sus hogares, pese a que a duras penas había gente a la vista por la zona; y finalmente la noche con sus sonidos de fondo ya formaban parte de una vida a la que podría acostumbrarme.
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𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Manusia Serigala[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...