15. 𝙽𝚘 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚘 𝚎𝚗𝚝𝚎𝚗𝚍𝚎𝚛𝚝𝚎

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No podía entender a Jade. 

¿Qué estupidez era esa de que un lobo se preocupara por un humano, el cual había firmado un contrato con él por ocho meses? Aún no nos habíamos ido a Michigan y ya estaba preguntándome cuándo me tocaría ejercer de ama de casa y criada, porque de puta ya lo estaba haciendo desde hacía un tiempo. Claro que sin cobrar. De todos modos ya recibía dinero mensual y el sexo era el mejor de toda mi vida, así que supuse que eso no sería un problema.

Sin embargo, los problemas nunca venían solos.

Desde que mi madre se enteró de que Jade y yo teníamos un contrato en medio, las interacciones fueron a menos. Sólo me llamaba lo justo y necesario: Ayudarla en el caso de no poder alcanzar algo, llevarlo o guardarlo; a veces se olvidaba de avisarme para comer o cenar con ella, no le apetecía dar paseos conmigo como hacíamos antes... No me hablaba mal, pero tampoco era que me tuviera demasiado en consideración. 

Luego, seguía conservando esa peste que absolutamente todo el mundo parecía oler pero que yo no. ¿Me habría acostumbrado a olerlo, hasta el nivel de normalizarlo? Quizá eso sería lo más probable, mas era molesto que siempre que iba a un sitio la gente se me quedara mirando del mismo modo que verías a un pedigüeño cada día en el metro. 

Heridas que no se iban, atontamiento constante cada vez que Jade se me pegaba tras la espalda por sorpresa, mordidas de quijada, gruñido de todos los tipos, oler mi cuerpo ante el mínimo acercamiento como si intentara descubrir algo, negarme a mirar los papeles o investigar por internet todas estas tonterías frikis de los amantes de los lobos... Hacer vida normal era un infierno


Pasé tardes y noches oscilando entre la tensión, la preocupación y la confusión. Una triada lo suficientemente jodida como para acabar comprendiendo que las cosas no me estaban saliendo como yo mismo lo pensé tiempo atrás: Sí, había conseguido dinero y así ayudar a mi madre a sus espaldas pero, ¿a qué precio realmente? Tenía a un lobo pegado en el culo, que posiblemente era un asesino, y aún quedaban en mi mente resquicios esa absurda idea de que los lobos no existían. Jade me demostró lo contrario, pero... volvía a las mismas preguntas de siempre.

¿Por qué los lobos no querrían meterse de lleno en la sociedad, mostrándose abiertamente? ¿Por qué conformarse con rumores e historias idiotas? ¿Qué tenía que ser tan malo para que se negaran a ello? ¿Qué estaba pasando por alto?

─Lobos idiotas y subnormales ─gruñí de repente tras girar una esquina. Llevé el cigarro a mis labios, ignorando a la gente que era muy poco delicada para vislumbrar de dónde provenía esa peste. La mía─. Sólo saben dar problemas, hacer el imbécil y hacerme la vida más complicada... ─farfullé finalmente, dándole una buena patada a una lata.

Porque así era. ¿Quién coño podría entender a los lobos? Bueno, sí, ellos mismos serían los únicos porque yo desde luego que no. Y lo peor era escuchar una cantidad hilarante de gilipolleces que salían de las bocas de las personas, comentándolo como si estuvieran intercambiando con su vecino de pupitre lo que vio en la televisión la semana pasada. 

Hasta que definitivamente vi algo que no debería de haberlo hecho. 

Pese a no ser más de las ocho de la tarde, el cielo nublado del casi-crepúsculo me estaba anunciando indirectamente que las cosas no podrían irme bien hoy tampoco. En un principio pensé que era una estupidez. ¿Quién podría afirmar que esta negrura tenía que ser una alerta roja de peligro?

Quise creer que esto era un error, o quizá algún tipo de malentendido. Incluso una ilusión óptica me hubiera valido para justificar el congelamiento en la esquina que acababa de girar. Porque me quedé helado, con el cigarro casi apagándose entre mis labios: Jade estaba dentro de un local ─una panadería─ peleándose verbalmente con otro hombre, mientras que Jackson estaba tras de él con expresión aburrida y los brazos cruzados. La conversación parecía bastante acalorada y, por el movimiento de las manos ─además de los dientes apretados de Jade─, supe al instante que la cosa no iba a ir nada bien. 

𝕷 y k a n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora