Mientras que Jade estaba ingiriendo comida como un auténtico puerco, por mucho que intentara mostrar modales en la mesa, yo estaba limpiando toda la porquería de la habitación según nuestro acuerdo. Me llevó cerca de media hora, y no me apetecía hablar con él, así que agarré mi móvil y me puse música junto a los auriculares. Ahora ese lobo podía irse a la mierda. Ya había conseguido parte de lo que quería y, en estos instantes, lo que más necesitaba era hacer algo que me quitara esta sensación extraña en el pecho que bailaba entre el temor, la fascinación y el atontamiento.
Me deslicé por la habitación como si estuviera solo en esta casa. Agarré las bolsas y salí por la puerta, bailoteando al ritmo de la música latina pese a no entender la letra. El ritmo era suficiente para hacerme mover las piernas, la cabeza, los hombros y las caderas, bajando poco a poco las escaleras. Una vez puse un pie ahí abajo abrí la llave de la principal, lancé las bolsas a un lado del contenedor y a partir de ahí, estando en completa libertad con un Sol que achicharraba y el viento a duras penas soplaba, me paseé delante del gran ventanal que daba al comedor. Por descontado, no fui consciente de que Jade me estuvo observando desde el mismo instante que bajé las escaleras, estando yo ausente del mundo exterior y me alejé de su presencia con un baile que le resultó excesivamente tentador; haciéndole vacilar entre seguir comiendo o pegarse a mi cuerpo.
No ganó la comida.
De hecho, estuvo apunto de salir por esa puerta y pegárseme del mismo modo que lo haría el liquen al árbol. Se quedó de pie, observándome expectante desde atrás de la larga mesa de pino, y sus ojos me persiguieron al subir por las escaleras para echar a tomar por culo las últimas dos. Sin embargo esas bolsas no llegaron a fuera, porque en cuanto tenía intención de salir, el lobo, se me pegó a la espalda para robarme un auricular; colocárselo; y pegarse conmigo. Posó un mano en mi vientre y la otra en el pecho; exactamente en la zona del corazón. Comenzamos a bailar muy, muy pegados hasta que comencé a sentir su lengua recorrerme desde el hombro desnudo hasta la carótida, alcanzando la punta de mi oreja para darle un juguetón mordisco.
─Eres muy pesado ─mascullé, aunque no lo separé pese a que me alejó de la entrada y me llevó hasta el comedor para tener más espacio para movernos─. Muy, muy pesado ─insistí cuando no pronunció ninguna palabra.
Nos mantuvimos moviéndonos por un rato más cuando terminó la tercera canción del móvil. Estuvo muy tentado a darme la vuelta, pero si hiciera eso la música se cortaría y perderíamos la magia que Jade se había empeñado en crear con movimientos de cadera, sus labios acariciándome todo lo que tenía a tiro, su olor corporal por comenzar a sudar junto a mí, y el sonidito que emitía para demostrar que adoraba verme bailar. Era un gruñido corto y leve, notando la reverberación escasa de su pecho en mi nuca.
─Y tú eres un provocador ─susurró, quitándose el auricular para darme la vuelta─. ¿No te da vergüenza calentarme con ese cuerpo tan delicioso?
─La verdad es que no ─solté algo orgulloso por su halago.
─Una de las razones porque las que no pude resistirme a acercarme hacia ti fue cuando bailaste ─confesó, volviéndome a pegar a su cadera para que comprobara que lo de provocarle no era un farol. La volvía a tener recta dentro el bóxer que cubría su pantalón corto deportivo─. Cómo movías esas caderas... ─colocó una mano en la zona para guiarme en el movimiento─. Cómo ese aroma tuyo respondía a mis feromonas... ─prosiguió, acercó su cara para ir abriendo los labios con intención de morderme, aunque resultó ser más bien un engaño; simplemente pasó su lengua por la zona para estremecerme─. Me volvías loco y no pude contenerme, por mucho que me resistiera ─terminó siseando.
─Iba drogado y borracho ─aclaré, intentando apartarlo. Resultó en vano─. Jade... Ya, no me cabrees. Tengo hambre, y me estás impidiendo ir hacia la mesa... ─terminé gruñendo.
ESTÁS LEYENDO
𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Hombres Lobo[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...