Los tres primeros días fueron de lo más relajados y pude lidiar bastante mejor de lo esperado mis pensamientos. Al principio todo iba bien. Jade y yo teníamos nuestra sesión sexual de la mañana, me mordía la quijada junto a su gruñido y me deseaba un buen día antes de ducharse e irse a trabajar por la puerta. Después, tras despertar, mi mente parecía ser consciente de que estaba solo en un lugar nuevo, lejos de mis amigos y mi madre, hasta que me empujaba a una mentalidad triste que se transformaba en molestia. Después enojo hasta que se desinflaba. Tomaba mi café, deambulaba por el terreno y analizaba los alrededores; nunca me encerró en casa. Punto positivo para el lobo.
Sin embargo, a partir del cuarto día las cosas se transformaron en una experiencia algo más extraña. Jade tomaba comportamientos extraños: Se creía mejor que yo porque él era un lobo y tenía que mostrarle más respeto cuando hacía algo inadecuado; mis únicos besos (si se le podía llamar así) eran los mordiscos en la quijada de la mañana y de la noche después de tener sexo; me exigía cosas que no entendía el por qué tenía que hacerlas o sino se cabreaba bastante. Esto último desataba peleas bruscas. Él con el cabello erizado, yo levantándole la voz para que no me tratara como una puta y una ama de casa; y volvíamos al tema del contrato.
Me harté. Así que le pagué con su propia medicina: ¿No quería un muñeco? Eso iba a tener.
El quinto día, al despertar, se extrañó que no fuera directo a su cuerpo sino que le diera la espalda. Insistió en tener sexo y lo tuvo, pero no se fue contento al no hacerle absolutamente nada de lo que él pedía (insultarle, golpearle, agarrarle tanto del pelo como de la piel del pecho, morderle...). Se marchó al trabajo enfadado, y por la noche tuvo exactamente la misma ración de "Muñeco Everett". No entendía nada, no sabía en qué estaba fallando, e incluso se pasó una hora en el baño hablando por teléfono. Ni quise escuchar. Agarré mi tabaco y me lo fumé tranquilamente en el alfeizar de la ventana mientras el viento de agosto, que era ligeramente fresco por la noche, me hacía sonreír al demostrarse a ese lobo idiota que no iba a domarme. Yo lo haría con él.
El sexto día de mi estadía en este lugar Jade no quiso sexo, y quizá esperó a que yo se lo pidiera. Por supuesto no ocurrió, pese a yo pasar parte de la mañana malhumorado después de marcharse. Sin embargo, la bomba me estalló en la cara en la cena. Porque esas eran mi labores, al parecer, según el contrato: Limpiar su mierda, dejar todo en su sitio, cocinarle, follar cuando le diera la gana y darle (forzosamente) una sesión de caricias; además de otras labores. Quería una ama de casa, una cocinera y un puta; y chocó conmigo, que no era nada de eso.
─Mañana es sábado, día libre. Creo ─dijo antes de hincarle el diente a unas costillas asadas que me regalaron un buena quemadura en el dorso de la mano. Ni reparó en ella, pese a verse claramente la protección del esparadrapo.
─Ah, ¿y qué?
─He pensado en hacer una pequeña fiesta en casa ─comentó tras tragar─. Vendrán algunos de la manada, pero Dalton no puede porque su humana está enferma y debe cuidarla.
Me encogí de hombros, silencioso, y por descontado no le gustó mi actitud. Me gruñó, a lo que yo levanté la mirada con indiferencia.
─¿Y qué esperas qué te diga?
─¿Qué estés contento al menos? ─resopló, maltratando la carne con los cubiertos hasta que decidió comer con las manos. Era un salvaje cuando se ponía de mal humor.
─¿Así? ─forcé una sonrisa, a lo que Jade frunció el ceño. Era obvio que le desagradaba; él quería que fuera natural, como siempre he sido. Pero ahora no podía, no cuando se comportaba como un imbécil de la noche a la mañana─. ¿No te gusta? Es mi mejor sonrisa.
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𝕷 y k a n [También en Inkitt]
Werewolf[Libro 0.5] [Independiente] Everett Oak, un escéptico empedernido, considera la existencia de los hombres lobo como un mito absurdo, algo en lo que solo creen los más chiflados. Ni siquiera la asignatura universitaria dedicada al tema logra convence...