23. 𝙱𝚊𝚒𝚕𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚘𝚋𝚘𝚜

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Octubre me arrancó las mañanas cálidas en las que se incluían los fines de semana, y tanto fue así que era imposible no pegarse piel con piel con mi lobo. Pero esta mañana fue diferente, como algunas otras puntuales. No había rastro del viento helador que acariciaba mi piel por ningún lado, y eso se debía a que dos cuerpos en la cama —sin contar el mío— estaban tan pegados a mí que a duras penas podía llegar a imaginar lo que pasaba.

Jade estaba delante de mis narices mientras entreabría los ojos con pereza. Su boca, tentadora y un poco abierta, se había quedado sitiada en mi maxilar junto al brazo que pasaba por mi cintura; el desconocido, por su lado, colocó sus labios en mi nuca y su brazo estaba unido al del moreno para que mi cuerpo estuviera en medio de una improvisada manta lobuna. Podía notar la intimidad del que estaba detrás despierta pese a que la respiración, calmada, me decía que su portador estaba tan dormido como Jade. Estaba en medio de dos canis, lo que me parecía extraño que mi lobo no estuviera gruñéndole con ese aire asesino y territorial que solía mostrar cuando otro era demasiado cercano.

Ya sabía quién era, porque sólo podía ser él: Brent.

Moví la cabeza lo suficiente para dejar de sentir el aliento del lobo más joven, escondiéndola en el hueco entre la carótida y la clavícula del ojiverde. Por supuesto, este acercamiento detuvo los ronquidos de Jade para apartar la mano de Brent de mi cuerpo y moverme sobre él y encerrarme entre sus brazos. Era demasiado cálido para dejarlo escapar, demasiado protector pese a chocar con mi libertad, demasiado hermoso para desfigurar esa estúpida imagen sexy de oficinista que veía cada mañana antes de volverme a quedar dormido.

—¡Hmp! —expresó Brent antes de hacerse un ovillo dentro de la cama y pegarse a Jade, del mismo modo que lo haría un niño con sus padres al notar el hueco que los separaba—. Maldito frío... —gruñó bajito y yo abrí un ojo para verle desde mi posición.

—¿Otra vez colándote en la cama?

—Jade me lo permite, y tu cuerpo es blandito —gimió antes  de apoyar su cabeza en el hombro del lobo más mayor—. Todo sea para... —murmuró sin terminar la frase. Se volvió a quedar dormido al instante.


Había pasado casi una semana desde que Brent me había propuesto su plan de trabajar en la manada que él pertenecía. Lo vi tan ilusionado que las dudas se sostenían por sí solas, al menos por unos días. Lo primero que hizo fue hablar con su Alfa, un tal Atlas, para verificar que tenía su aprobación y explicarle las razones de por qué me lo propuso; utilizando el nombre de Jade para que su petición fuera mucho más reforzada, por supuesto. Sorprendentemente accedió, siempre y cuando se encargara él de enseñarme el oficio y vigilarme para que no hiciera ninguna estupidez; aunque esas fueron sus palabras y yo no había visto al mandamás de la manada hermanada.

Jade fue algo más complicado de convencer según Brent. Al principio el moreno se negaba porque no habría nadie para cocinarle cada día, limpiar la casa o darle cariño cuando volviera de un día difícil de trabajo; sin embargo el lobo más joven fue más astuto de lo que imaginaba. Le dijo que sólo trabajaríamos de mañana y parte de la tarde, así por la noche estaría disponible para él; además, propuso hacer un LdC (lazo de convivencia) para que supiera que lo estaba diciendo completamente enserio: Si Brent vivía con nosotros, eso querría decir que se aseguraría de entrar y salir conmigo de la casa y, por lo tanto, Jade sabría que siempre estaría vigilado por un lobo en el que confiaba. 

Casa limpia, cocina preparada, sesión de mimos... Tendría todo eso que temía perder por el camino al dejarme trabajar.

Lamentablemente este puto lazo de mierda incluía más problemas para mí antes que beneficios: Alimentar a dos lobos —siendo uno de ellos demasiado mimado por Jade— era costoso, incluía limpiar más cacharros y por descontado, aunque me chirriara de sobremanera, también incluía tener que mantener a ese lobo idiota e infantil —además de salido— a raya de múltiples formas. Me intentaba robar la comida cuando no miraba o iba al baño, nos peleábamos constantemente para ver quién elegía el programa de la televisión, se colaba en la cama con la excusa de que hacía frío y Jade estaría contento de darme calor extra... Incluso en más de una ocasión tuve la sensación de que me comportaba menos como un humano urbanita y adoptaba más comportamientos de estos salvajes. 

𝕷 y k a n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora