Sabine está enamorada de Marlon Kingwell hace años, pero él jamás se ha fijado en ella. Todo cambiará cuando Jayden, el hermano de su crush, llegue a la escuela.
Él la ayudará a conquistarlo sin saber que más tarde podría arrepentirse completamente...
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—¿Estás emocionada?
—Más que emocionada, estoy nerviosa —le respondo a Maika mientras escribo lo que el profesor de Educación Ciudadana anotaba en el pizarrón.
—Tienes que estar tranquila. Tú sólo pásalo bien, no pienses tanto en qué hacer para llamar la atención de tú-sabes-quién.
—Ya, pero tengo que ser cool. No quiero quedar como una aburrida.
—¿Desde cuándo dices "cool"? —mi amiga me mira con el ceño fruncido.
—Desde que conocí a Jayden —admito.
Enarca su ceja.
—¿Te digo algo? —asiento sin prestarle mucha atención, ya que me estaba atrasando un poco en escribir lo que estaba en la pizarra—. Yo no soy tonta, Sabine.
Suelto mi lápiz y la miro confundida.
—Si sé que no eres tonta.
—¿Entonces? ¿Por qué no me dices lo que pasa?
—¿De qué hablas? Me perdí.
—Hace días que he notado que Jayden y tú se comportan de forma extraña —abro los ojos como platos y vuelvo a escribir. Disimula, Sabine —¿Lo ves? ¡Te pusiste nerviosa! —murmura con emoción.
—No estoy nerviosa, sólo estoy escribiendo —me excuso—. Algo que tú también deberías estar haciendo.
—Ya, cuéntame. No le diré a los chicos, lo juro.
—No tengo nada que contarte, de verdad.
—Sabine...
Muerdo el interior de mi mejilla y me paso una mano por el pelo, nerviosa.
—No es nada importante —intento sonar tranquila—. Fue algo tonto.
—Si fue algo tan tonto, ¿por qué le pones tanto suspenso a la cosa?
—Ya, ¿me juras que no se lo dirás a nadie? Serás la única que sabrá esto, si alguien más se entera sabré que tú fuiste la chismosa —asiente con vehemencia. Me acerco aún más a ella para estar segura de que nadie escuchará lo que le diré—. Jayden me besó —su mandíbula casi se cae al suelo, y antes de que pueda gritar de la emoción, le tapo la boca con mi mano—. No te emociones tanto. Fue una estupidez.
—¿Pegob te gutog? —Maika intenta hablar.
—¿Qué?
—¿Eshtugo beno?
—¿Qué? —chillo del asco cuando pasa su lengua por la palma de mi mano—. Asquerosa —murmuro mientras me la limpio con el pantalón.
—¿Cómo quieres que hable con tu mano en mi boca? —me fulmina con la mirada para luego morder su labio inferior—. ¿Te gustó? ¿Estuvo bueno? ¿Qué sentiste?
