Capítulo 49

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CAPÍTULO 49

*** MINISTERIO DE ESTADO ***

Media mañana y el ministro aún no salía de la reunión con sus asesores, llevaban encerrados en la sala de juntas desde muy temprano...

Lo que no se esperaban era la visita de alguien especial e importante para el jefe.

M: necesito hablar con mi marido.
Sec: en este momento el ministro está reunido con sus asesores, pero puedo darle su mensaje cuando terminen...

María olvidó toda su educación recibida en los más costosos colegios a los que asistió y las enseñanzas de su madre... Entró sin tocar a la sala de juntas, dejando a todo el mundo sorprendido.

Entonces le regresó un poco la cortesía...

M: disculpen que interrumpa, necesito hablar de algo importante con el ministro.

El equipo de trabajo esperó a que el jefe diera una orden, o que salieran o que no se movieran e hiciera salir a su esposa.

Pero asintió y se puso en pie, todos entendieron que debían salir y dejarlo a solas con su mujer.

E: no es propio de ti entrar de esa manera tan abrupta, ¿qué sucede...? (Acercándose con intenciones de besarla)

Pero María puso distancia entre ellos, bastante enojada, por no decir furiosa.

M: quiero que me digas la verdad. ¿Mi papá y tú le ofrecieron dinero a Flavio para que se alejara de mí??

E: no... Es decir, sí, pero...

M: ¿Sí?? ¿Se atrevieron a hacer algo tan asqueroso??

E: escúchame María. Tengo que explicarte cómo sucedieron las cosas...

M: lo que tenía que saber, ya lo escuché de tus propios labios. ¿Cómo pudiste...? Pensé que eras un hombre íntegro... De mi padre no me sorprende, pero de ti, Esteban...

E: María, espera. No puedes irte sin que yo te explique...

Ella salió más enojada de lo que llegó, tenía la esperanza de que Esteban le dijera que no estaba implicado en aquello, pero no... Se lo confirmó.

Él fue detrás de su esposa, ante las miradas curiosas de todos en la recepción... La tomó del brazo y María giró... Y le habló muy bajito para que nadie los escuchara.

M: Esteban, suéltame. Déjame ir.

E: tenemos que aclarar esto...

M: me voy.

Y para evitar habladurías, sin decir más, Esteban la soltó y dejó que entrara al elevador...

Sin contar con que tenía varias reuniones que no podía aplazar y menos cancelar. Le era imposible ir tras ella.

>> Volvió a su oficina y pidió al jefe de seguridad que no perdiera de vista a su esposa y que lo mantuviera informado de a dónde iba.

El siguiente destino no le sorprendió para nada... La Mansión Fernández-Acuña...

Antes de ir, María se aseguró que su padre estuviera en su residencia... La misma en la que ella creció...

Ni que su madre la recibiera con cariño le hizo bajar un poco el enojo...

Sra.Fer: ¿Qué pasa, hija...?

M: necesito hablar con mi papá. ¿Dónde está??

Sra.Fer: en su despacho...

M: voy a verlo.

El Sr. Fernández estaba al teléfono, ropa casual, lo que significaba que no tenía planeado salir de casa.

Sr.Fer: María... ¿...? ¿A qué debo tu visita...?

M: ya lo sé todo. Le ofreciste dinero a Flavio para que rompiera nuestro noviazgo y se fuera.

Sr.Fer: sí... Lo hice. Y no me arrepiento.

M: ¡no tenías derecho a meterte en mi vida!

Sr.Fer: ¡tenía y tengo todo el derecho! ¡No iba a permitir que una hija mía terminara con un muerto de hambre! ¡Sobre mi cadáver!

MI DECISIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora